Aunque el encuestador Antonio De Tommaso no quiso ponerle puntaje a los dirigentes políticos sanjuaninos con mayor imagen positiva, la nómina revelada tiende a consumar una vuelta de página.

No se trata simplemente de una cuestión de edades, sino fundamentalmente de renovación de caras. O de ascenso de caras. Como siempre, será una buena noticia para algunos y una mala noticia para otros.

La semana pasada aquí en Banda Ancha, el director del IOPPS dijo que Marcelo Orrego sigue a la cabeza del ranking, con un porcentaje similar al que obtuvo el año pasado en ocasión de las elecciones.

Por lo tanto, el gobernador tendría alrededor de 50 puntos con diferencial positivo. En política, en estos tiempos, es mucho.

En la tabla aparecen otras figuras de oficialismo y oposición con un perfil similar al de Orrego: todos provienen del ámbito municipal. Carlos Munisaga y Cristian Andino del PJ, y Fabián Martín, el vicegobernador. Fabián Gramajo, un poco más abajo, según De Tommaso.

Pero el dato verdaderamente relevante es la posición que ocupan hoy los otrora imbatibles Sergio Uñac y José Luis Gioja. Los dos ex gobernadores que dominaron la provincia durante dos décadas y arrasaron en cada elección que les tocó enfrentar, hoy aparecen fuera del podio.

El análisis de las causas puede ser inagotable. Basta con interpretar que la opinión pública está mirando a otras figuras que puedan exhibir ese siempre valioso activo de 'lo nuevo'.

En buena medida, Orrego sigue gozando de ese atributo. De hecho, su partido, Producción y Trabajo, también está debutando en la gobernación luego de 20 años de historia. Le cabe la etiqueta de 'lo nuevo'.

Ahora, un baño de realidad: Orrego no es nuevo en política, en absoluto. Tiene una larga militancia. Cumplió dos mandatos como intendente de Santa Lucía y cuatro años como diputado nacional. Tampoco su vice, Martín, es un recién llegado.

Sin embargo, les tocó correr de atrás a Gioja y a Uñac en cada oportunidad. Incluso cuando ambos secundaban a Roberto Basualdo. Aprendieron a construir desde abajo hacia arriba. Y esperar que se acomoden las variables. Hasta que un día sucedió.

El valor de 'lo nuevo' es efímero, por supuesto. Pero mientras dura, hay un plus de tolerancia social. Tal vez el ejemplo sea más evidente en el caso nacional.

Javier Milei llegó con la motosierra en la mano a romper el Estado. Y no es metafórico. Sin embargo, aún los sectores más castigados por el shock de ajuste justificaron las medidas con una frase indulgente: 'hay que dejarlo gobernar'.

Aunque perdió algunos puntos de su imagen positiva inicial, el León conserva un caudal para seguir adelante con suficiente licencia social. Entre otros factores, porque se presentó y se sigue presentando como la disrupción.

Y si nada de lo anterior funcionó, si solo condujo a la frustración, entonces: '¡viva la libertad carajo!'. Aunque el slogan haya caído en el sinsentido. Eso es lo de menos.

El primer ministro de Desarrollo Social de Alberto Fernández, Daniel Arroyo, habló este martes con Banda Ancha y reconoció la profunda crisis que atraviesa el peronismo a nivel nacional, frente al fenómeno libertario. Dijo que se deben una profunda autocrítica porque 'la sociedad cambió'.

Según Arroyo, la gente 'siente que el Estado se mete en muchas cosas que no tiene que meterse'. Seguramente esta perspectiva encontrará muchos detractores dentro del PJ y aliados.

El ex ministro de la cartera social pidió renovar ideas. Consideró un error esperar que después de Milei el electorado vuelva atrás con el peronismo, como si fuera un péndulo. Claramente esa mirada chocará de frente con los románticos de Néstor y Cristina. La crisis de la oposición se explica sola.

Milei se convirtió en una bisagra cuyo impacto también está sintiendo el peronismo. En San Juan, Orrego no encarnó una ruptura semejante. Por el contrario, supo darle continuidad a buena parte de las políticas que venían de las gestiones anteriores. Sin embargo, imprimió un estilo muy propio. Austero. Sobrio. De pocas palabras.

Tal vez sea la definición de 'lo nuevo'. Al menos, por un tiempo más.

Descifrar el paladar del electorado es clave en el umbral de las parlamentarias del año próximo. Desde todos los partidos admiten que sin 2025 no habrá 2027. Por lo tanto, dar en la tecla será imprescindible en pos de la supervivencia.


JAQUE MATE