Alguien dio la voz de aura en el interbloque uñaquista-giojista de dejar de disimular. Se terminó la paciencia. Duelen las deserciones en la Legislatura. Duelen los que se fueron progresivamente con el oficialismo orreguista. Hasta ahora habían puesto cara de distraídos. Pero la jugada les costó quedar en minoría, cuando tenían casi dos tercios del recinto.

Hay dos modos de interpretar los volantazos. O son todos tránsfugas o son, simplemente, pragmáticos. La historia dice que de la traición sí se vuelve. Si no, pregúntenle a Cristina y su reconciliación con Alberto Fernández en 2019 después de todo lo dicho. Quedó el registro implacable a un clic de distancia.

También en San Juan hay un antecedente fresco de esta flexibilidad. Las dos cabezas del peronismo local, Sergio Uñac y José Luis Gioja, se acusaron recíprocamente de desleales y luego terminaron acordando. Con mayor razón puede haber un reencuentro con los primos que circunstancialmente se apartaron: el massista Franco Aranda, el chimbero Gabriel Sánchez, los bloquistas de Luis Rueda y el angaquero Marcelo Mallea.

Al parecer, el primer paso para traer a los primos de regreso es marcarles el camino. Fue notable cómo salieron al unísono algunos portavoces uñaquistas y giojistas a denunciar la contradicción de los que compartieron lista con ellos y hoy se dieron vuelta. Lo hizo la semana pasada la diputada y ex ministra de Hacienda Marisa López en Diario Huarpe. Y lo hizo el diputado Mario Herrero este miércoles en Banda Ancha.

Herrero, giojista de paladar negro, dijo que 'el transfuguismo no es nuevo en la política'. Fuerte. Pero no reculó cuando tuvo que ponerle nombre propio a los destinatarios. Uno por uno, les achacó haber votado en contra del proyecto que  representaron en las elecciones del 14 de mayo del año pasado. Hasta los comparó con Judas Iscariote.

Si para el cristianismo alcanza con el arrepentimiento sincero para ganarse el perdón, en política la cosa funciona más o menos así también. Con la única salvedad de que tienen que darse las condiciones. En este caso, la necesidad de reconstruir una mayoría perdida, no solo en el recinto legislativo sino, fundamentalmente, en las urnas.

En ese camino se encuentra el peronismo, que viene de perder en lo nacional y en lo provincial. El 2025 presentará una oportunidad para testear cómo se encuentra su reputación en la sociedad, luego de la experiencia libertaria que permitirá hacer comparaciones. La apuesta de un amplio sector justicialista es que la motosierra de Javier Milei haya defraudado a los electores que depositaron su confianza en la ola violeta en 2023.

El problema para el PJ local es que Marcelo Orrego también está jugando. Se desplazó el eje del poder. El gobernador genera un polo gravitacional y a su alrededor empezaron a orbitar algunos referentes que hasta el 10 de diciembre giraban en torno a Uñac o a Gioja.

Orrego intentará zafar de la polarización entre Milei y Cristina, que tendrá correlato en San Juan seguramente por tratarse de una elección nacional. El gobernador presentará candidatos propios parado sobre su alta imagen positiva, según la encuesta más reciente de Antonio De Tommaso.

Ya está en el aire girando la moneda, como escribió Jorge Drexler. El escenario más apropiado para el orreguismo sería la dispersión de listas en 2025. Es decir, alentar que el massismo, el bloquismo y varios 'ismos' más, compitan por afuera. Es uno de los horizontes posibles para el año próximo. Solo uno.

Si Cristina pudo obviar los ataques de Alberto y proclamarlo candidato presidencial en 2019, si Gioja y Uñac pudieron archivar aunque sea momentáneamente su encono recíproco, está todo dado para que haya un reencuentro peronista con los propios y con los ex aliados.

Eso sí: difícilmente ocurra el año que viene. Ahí radica el apuro del uñaquismo y del giojismo de marcar a los descarriados.


JAQUE MATE

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Orrego aprieta el acelerador con lo que tiene
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