Cuesta entender la razón por la cual todavía no se puede desplegar una manta en la zona del Jardín de los Poetas y tomar un matecito en las horas tibias de la siesta. O ir hasta Vallecito y encender una vela promesante a la Difunta Correa. Cuesta también, justificar la prohibición de celebrar un cumpleaños con la familia entera, si acaso se supera el límite de 12 personas. Cuesta asumir que para dar una vuelta en bici primero hay que gestionar un permiso. Cuesta, innegablemente, seguir ocultando el rostro detrás del barbijo.

Todo esto y mucho más, cuesta por la sencilla razón de que la realidad sanitaria sanjuanina no ha variado sustancialmente desde aquel 20 de marzo en que la vida cambió rotundamente para todos los argentinos y las argentinas, cuando comenzó la cuarentena. La provincia se preparó para lo peor, esperando que no sucediera. Y efectivamente, afortunadamente, no ocurrió. Al menos no hasta ahora.

El Estadio Aldo Cantoni cumplió el miércoles pasado 53 años desde su inauguración, reformado como hospital de campaña, cubierto de camas, con bachas de acero inoxidable y conexiones eléctricas junto a la cancha, ahí donde Argentina gritó campeón en el hockey sobre patines, o donde se disputaron las veladas pugilísticas más apasionantes, o el voley hizo estremecer las tribunas. ¿Quién se atrevería a desmontar el improvisado centro de salud? ¿Acaso la pandemia puede darse por terminada? La respuesta claramente es negativa.

La situación sanitaria sanjuanina sigue siendo de las mejores del país, posiblemente la mejor después del milagro catamarqueño, porque allá no anotaron aún ni un solo caso positivo de Covid-19. Pero San Juan, que solo tuvo hasta ahora 8 casos de Coronavirus, este jueves logró la recuperación del gravísimo quinto paciente, quedando solo dos asintomáticos en aislamiento y prontos a obtener sus PCR negativas.

Con este panorama, cuesta mucho entender el porqué de las restricciones. Si claramente no hay circulación viral comunitaria, los protocolos parecen exagerados. Nuevamente entran en colisión con las libertades consagradas en el texto constitucional. Pero claro, el cuadro de situación es bastante más amplio y excede los límite provinciales.

Este jueves 34 personas murieron y 2.744 fueron diagnosticadas con Coronavirus en la Argentina. Prácticamente el 94 por ciento de los casos sigue concentrado en el área metropolitana de Buenos Aires, donde hoy aprieta el aislamiento estricto como última apuesta para frenar la escalada de contagios. Para evitar el colapso del sistema. Para que todos los enfermos puedan tener su cama en terapia intensiva y su respirador, si fuera necesario.

Le tocó a Buenos Aires pasar por esta situación posiblemente por ser el principal portal de ingreso al país y por su densidad poblacional. El virus llegó en aviones y el centralismo en esta oportunidad le jugó en contra a la capital más europea de Latinoamérica. Luego el hacinamiento, los cordones de pobreza indigencia, resultaron ser campo propicio para la proliferación de la peste. A esta altura, es historia conocida.

Esa realidad tan distante, a 1.200 kilómetros de San Juan, debe encender el alerta aquí, en este suelo montañoso de casas chatas y población escasa, porque el virus está en el país y nada hace suponer que vaya a diluirse hasta desaparecer. La única medida posible para mantener a salvo a la provincia parece ser este muro virtual que se edificó con estrictos controles hacia los repatriados y los transportistas de cargas. Como una película apocalíptica. Como la bíblica Jerusalén.

Más allá de los recaudos tomados, el gobierno sanjuanino no podría garantizar que el virus no entrará. No pudo hacerlo Formosa, que pasó de cero casos a 74 en poco más de 20 días. Por esa razón es que el Cantoni continúa con el parquet cubierto de camas. Y las restricciones hacen que la vida cotidiana se parezca poco y nada a aquella previa a la pandemia.

Para la Organización Mundial de la Salud, el final "ni siquiera está cerca". En esta realidad planetaria, Argentina intentará zafar de la ola continental esperando que pase el pico de la curva. Mientras tanto, la Organización Panamericana de la Salud pronosticó que ese máximo llegará recién en agosto. ¿Será cierta esta vez la predicción que vienen profetizando desde abril?

La única certeza es la incertidumbre, valga la contradicción. Y es verdad que cuesta asimilar las limitaciones, que se extrañan los asaditos al aire libre y simplemente subirse a la bici sin itinerario. Posiblemente ayude abrir los ojos y echar un vistazo un poco más allá de San Carlos, El Encón y Bermejo.


JAQUE MATE