No le pidan a Marcelo Orrego que salga a patalear contra Javier Milei. No importa que el gobernador tenga poco o nada que perder, porque ya le cortaron todo tipo de transferencias por fuera de la coparticipación. No importa que el presidente se haya propuesto castigarlo y en la volada se lleve puestos a los sanjuaninos.

No. No le pidan a Orrego que haga como el cordobés Martín Llaryora, que se puso picudo con el presidente. O el santafecino Maximiliano Pullaro. O, en menor medida, el entrerriano Rogelio Frigerio. El sanjuanino nunca tuvo un estilo confrontativo para la tribuna. Por el contrario, construyó su alta imagen pública guardando silencio estratégico y regulando mucho, muchísimo, cada aparición y cada declaración pública.

Así gestionó el municipio de Santa Lucía cuando era el único intendente opositor al gobernador José Luis Gioja, porque el resto de los basualdistas hizo salto con garrocha hacia el oficialismo. 

Así también se vinculó Orrego con el gobernador Sergio Uñac. Solo en campaña se permitió elevar un poco el tono de su discurso. La mayor parte del tiempo, en contra del kirchnerismo. Muy pocas veces en disidencia con los asuntos locales.

Por esas cosas de la política, el gobernador está encorsetado en ese discurso anti-k. Hoy todo aquel que se anime a cuestionar a Milei automáticamente queda encasillado como kirchnerista. ¡Vade retro! 

A Orrego le toca navegar en esas aguas turbulentas con pronóstico de tormentas cada vez peores.

No se trata de pesimismo. El propio Milei acaba de decir que lo peor está por venir. Que habrá que prepararse para una caída más acentuada de la economía entre marzo y abril. Que recién a partir de mayo o junio podría empezar alguna reactivación. Suena conocida la promesa del segundo semestre, ¿verdad?

Incluso dentro de La Libertad Avanza, en San Juan, miran con detenimiento la reacción social. Saben que el presidente está jugando con fuego. Tiene todavía un alto nivel de acompañamiento. 

Prendió el mensaje. El colapso de la economía y el castigo a la clase media/trabajadora es culpa de Alberto, Cristina y Massa. Al menos una parte suficientemente importante de la ciudadanía adhiere a esa narrativa. 

La prueba de fuego será cuando lleguen las boletas de luz y gas con montos exorbitantes. Se van a triplicar las tarifas. Es oficial. Entonces se habrán agotado las reservas familiares, los pequeños ahorros que sirvieron para enfrentar el inicio del ciclo lectivo. 

También crecerá la tensión cuando los salarios no despeguen, porque para el gobierno nacional el poder adquisitivo no es una urgencia. El consumo es mala palabra. Primero, la macro. Primero, el déficit cero. Después se verá.

Este combo es un problema serio para Orrego. Mientras Milei y su ministro Toto Caputo cierran cuentas en Excel, en San Juan empieza a subir la temperatura social. El viernes pasado terminó mal.

Los tres sindicatos docentes rechazaron la oferta salarial por insuficiente. Pero igualmente les van a liquidar febrero con un aumento del 15 por ciento más una suma fija de 50.000 pesos. Simplemente, no hay plata.

Ya no pueden decir que el gobierno provincial está distrayendo recursos en la Fiesta del Sol o en obras faraónicas.

El viernes también se gestó repentinamente una protesta de familiares de policías por la cuestión salarial. Tuvieron un efectivo diseño de comunicación para llegar a todos los periodistas. Lograron viralizar rápidamente la protesta. En la era de las redes sociales, el impacto se construye a través de las pantallitas.

Con todo esto tiene que lidiar Orrego, mientras la Casa Rosada sigue jugando con la motosierra y acusa a los gobernadores de traidores adictos a la plata del Estado. La lógica del amigo/enemigo.

Orrego hasta ahora ha resistido el encasillamiento. Amigo de Milei no es, claramente. Hace menos de un mes el presidente le tildó de 'traidoras' a sus dos diputadas: Nancy Picón y María de los Ángeles Moreno. Las legisladoras le votaron todo a favor, menos un inciso insignificante de la Ley Bases. Fue suficiente para caer en el escrache.

Pero Orrego tampoco se considera enemigo de Milei. Como ya se dijo, el riesgo de enfrentar al presidente es confundirse con el kirchnerismo. Ya le pasó a Facundo Manes, por citar un ejemplo público y notorio.

Tal vez tuvo razón un experimentado dirigente de Juntos por el Cambio. En una charla informal dijo que Orrego se equivocó cuando pagó con recursos provinciales el Fondo de Incentivo Docente y la Conectividad. Le costó un desembolso de 700 millones de pesos.

Al hacerlo tan rápidamente, los docentes simplemente cobraron como todos los meses. La mayoría ni siquiera se habrá enterado de que Milei les quitó ese concepto. A la mayoría le importará poco y nada que Orrego haya puesto la plata.

En definitiva, Orrego amortiguó el malestar social contra Milei. Lo cuidó al presidente. ¿Estuvo planificado de esa manera o simplemente sucedió?

No le pidan a Orrego que salga a romper con Nación, aunque el costo sea cada vez más alto. El costo económico, por supuesto. El costo político, fundamentalmente.


JAQUE MATE