Está claro que nada vale más que la salud. Incluso la educación puede terminar subordinada, acomodada a la fuerza a la virtualidad, si así lo requiere el contexto sanitario. Pero cada vez aparece más imprescindible cuidar la economía en paralelo, no por mera devoción mercantilista sino como política social. No queda margen para seguir perdiendo puestos de trabajo o seguir empujando familias por debajo de la línea de pobreza.

Con estos tres ejes, la salud, la educación y la economía, el gobernador Sergio Uñac llamó de urgencia al Acuerdo San Juan el jueves 8 de abril pasado. Reabrir esa instancia de diálogo funcionó para, entre otras cosas, evitarse los roces que sufrió y sigue padeciendo el presidente Alberto Fernández en el ámbito nacional, particularmente en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). 

Las medidas pasadas por el cedazo del diálogo previo le permitieron a Uñac poner de su lado a la oposición. Lo dijo abiertamente el presidente del PRO, Enzo Cornejo, este martes en Banda Ancha. El mismo partido que a nivel nacional fogoneó la rebelión, la desobediencia civil y los cacerolazos en la Quinta de Olivos, aquí acompañó mansamente las decisiones del Ejecutivo.

De todas formas, en San Juan todavía no se aplicaron restricciones comparables con las del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA). La situación sanitaria allá es crítica. Aquí todavía no. En este rincón cuyano, oficialismo y oposición se convirtieron en espectadores del encarnizado enfrentamiento político por las escuelas cerradas y la nocturnidad trunca. Es algo que pasa allá.

Pero siempre hay un pero. Más allá de la prioridad absoluta de lo sanitario y la innegable importancia de la presencialidad escolar, las restricciones a la economía en el AMBA son lo que más afecta a San Juan. Se puede entender de manera sencilla.

El lunes en Banda Ancha el secretario de Hacienda, Gerardo Torrent, fue reiterativo. Si las restricciones en Buenos Aires se prolongan en el tiempo, eso impactará en una merma en los recursos de coparticipación federal de impuestos. Parar la actividad aunque sea durante 10 horas por la noche durante tres semanas hasta el 30 de abril, prohibir restoranes, gimnasios y otros espacios cerrados, limitándolos a funcionar al aire libre, todo eso se puede traducir en un achicamiento del consumo.

Con menos ventas en el centro urbano más densamente poblado del país, el motor recaudador del Estado Nacional necesariamente sentirá el bajón. Puntualmente ingresará menos IVA y menos Ganancias. Este último tributo, además, se verá resentido por la reciente ley del Congreso, promulgada por el presidente, que exime del pago a 1.300.000 trabajadores de todo el país.

Tanto IVA como Ganancias son impuestos claves para engordar la coparticipación. Del IVA, el 89 por ciento se reparte entre Nación y Provincias. De Ganancias, el 64 por ciento va a copa, en términos redondos. Por lo tanto un freno prolongado a la economía en el ombligo de Argentina se haría sentir aquí, a 1.200 kilómetros de distancia. 

San Juan ya lo sufrió durante los meses duros del aislamiento entre marzo y mayo del año pasado. Tanto fue así que la provincia se aprestó para tomar deuda. E incluso se barajó la idea de echar mano del Fondo de Reserva Anticíclico para pagar salarios estatales. Pero nada de ello fue necesario. Hubo ahorros y la coparticipación lentamente se recuperó. El año más difícil terminó con equilibrio fiscal. Fue milagroso.

Con la peste atenuada por el verano, el 2021 empezó con ingresos 15 por ciento encima de lo previsto en el presupuesto. Lo dijo Torrent. Ese excedente fue registrado en el primer trimestre y hubo alivio en las arcas provinciales. Pero súbitamente la situación podría cambiar debido a las restricciones en el AMBA.

Por supuesto genera angustia la escalada de contagios en Buenos Aires. Claramente hay una división entre los que piden virtualidad y los que piden presencialidad en las escuelas, a partir de la discusión porteña nacionalizada. Pero es la economía el aspecto que más debería preocupar, en esta instancia. Si San Juan tiene la curva de contagios medianamente contenida y las clases se pueden sostener sin alteraciones, la caída de la coparticipación escapa absolutamente a cualquier toma de decisión local. Es un factor externo que golpea sin anestesia.

La mirada estará puesta entonces, en que efectivamente el 30 de abril el AMBA pueda retomar su nueva normalidad. Una extensión de las restricciones actuales sería preocupante. Mucho más aún si hubiera que cerrar más actividades, porque la curva de contagios no frena.

Hace tiempo que dejó de ser un problema de porteños, para convertirse en un dolor de cabeza federal. No resulta grato hablar de dinero, cuando está en juego la vida de las personas. Pero no es solo plata, sino fundamentalmente el sustento de miles de familias que están al límite. Cuando el Estado ajusta, el sector privado se entera.


JAQUE MATE