El cierre extremo que vivía la Argentina hace alrededor de un año permitió robustecer el sistema sanitario que no estaba en condiciones de atender masivamente a los pacientes de una pandemia inminente. Permitió achatar la curva de contagios, dosificar el ingreso a los hospitales. Ganar tiempo. Pero no fue gratuito. Ni el IFE ni el ATP alcanzaron para salvar a la economía de la parálisis. El resultado se plasmó en indicadores sociales dolorosos de pobreza e indigencia. El aprendizaje forzoso impone tomar decisiones desde el equilibrio, siempre pagando el costo de algunas disconformidades.

San Juan volvió a superar los 300 casos positivos de Coronavirus este martes, luego de un lunes que mostraba valores inferiores y permitían entusiasmarse. Fue pronto para celebrar. La curva de contagios todavía está en alza y 45 personas se encuentran conectadas a un respirador artificial. Es un número que sigue subiendo. Frente a este escenario, empiezan a levantarse las voces de sectores atemorizados -con justificación- para cerrar más actividades. Pero a esta altura es inviable.

Según los datos oficiales del INDEC, Argentina concluyó el 2020 con 42 por ciento de pobres y 10,5 por ciento de indigentes. Los números se agravan cuando se aísla el segmento de los niños, niñas y adolescentes. Seis de cada diez pasan necesidades. San Juan tiene valores un poco menos drásticos, pero igualmente preocupantes. Cada vez que se habla de cuidar la economía mientras se soporta el golpe de la segunda ola del Coronavirus, significa darle de comer a miles de personas que se quedaron afuera del sistema.

Pobreza e indigencia se mueven al compás de la inflación. En marzo el índice de precios al consumidor trepó el 4,8 por ciento en promedio y el primer trimestre sumó 13 puntos. Una barbaridad. Quedó muy lejos aquella meta optimista del ministro de Economía, Martín Guzmán, de terminar el 2021 con el 29 por ciento de inflación.

Hay posiciones divididas a nivel nacional. Hay un fuerte choque político que no se puede reducir a un combate de egos. Por un lado está el ministro Guzmán, resuelto a aumentar por segunda vez en el año las tarifas para cortar la emisión monetaria y bajar el déficit. Esa es su receta para atacar a la inflación destructiva. 

Por otro lado está el kirchnerismo que rechaza un nuevo incremento tarifario y demanda más ayudas como el IFE para los sectores castigados por la recesión. Es un debate no saldado que hace ruido en la gestión de Alberto Fernández y algunos interpretan burdamente como un picoteo de poca monta con la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner. Es un poco más complejo. En el fondo hay un reconocimiento de todo el gobierno, en pleno, acerca de que la inflación está devorando a los trabajadores y a los empresarios. Algo hay que hacer.

Nuevamente nadie se salva solo. Aunque el gobierno provincial de Sergio Uñac haya otorgado una mejora del 50 por ciento en los salarios estatales, reconociendo el desfasaje del año pasado, sigue siendo una carrera perdida contra la inflación. Se está reflejando en la caída de ventas del comercio, que llegó a rubros impensables tiempo atrás.

Según el presidente de la Cámara de Comercio de San Juan, Hermes Rodríguez, en abril se vendió un 3,6 por ciento menos que en marzo, que tampoco fue un buen mes para la actividad mercantil. Las familias están resignando compras de indumentaria y de calzados. Pero también están achicando sus tickets en el supermercado. Compran terceras y cuartas marcas. Resignan calidad para estirar los pesos

Aún así, el consumo se agota pasado el día 10 de cada mes, según dijo Rodríguez este martes en Banda Ancha. De ahí en adelante las ventas se detienen hasta el día 20, cuando vuelven los clientes pero ya sin efectivo. Compran con tarjetas de crédito, especulando con el cierre del periodo facturado y generando deuda para pagar más adelante.

Las ventas en abril tuvieron pequeñas recuperaciones en Semana Santa y en la víspera del 1 de mayo, pero no alcanzó en el promedio general para revertir la depresión. Ni siquiera el inicio del ciclo lectivo en marzo movió de manera gravitante las cuentas. Apenas se activó la salida de calzado infantil, según el vocero de la entidad empresaria.

No solo la paritaria estatal sanjuanina, que fue una de las mejores del país, sino las paritarias privadas también, están todas condenadas a quedar por debajo de la escalada de precios. A fines del mes pasado el Consejo del Salario acordó una mejora del 35 por ciento anual para el Salario Mínimo, Vital y Móvil, llevándolo de 21.600 a 29.000 pesos. Pero eso recién se alcanzará en septiembre. 

El reclamo sindical por la remuneración de los trabajadores es un paliativo frente al problema real y crónico que sufre el país: dos dígitos de inflación anuales sin importar el gobierno de turno. A veces fue más, a veces fue menos. Dos dígitos es igualmente inaceptable.

Hablar de economía en medio de la pandemia no debería ofender a nadie. Por el contrario, más que nunca hablar de economía es tener una mirada profundamente humanista y colectiva. No alcanzan las soluciones individuales. No se puede seguir empujando personas por el precipicio.


JAQUE MATE