Daniela Torres lloraba a diario. No le dolía nada. No tenía síntoma alguno. Pero la pena resultaba incontenible. Aún con la asistencia terapéutica y hasta las píldoras recetadas para dormir, no lograba conciliar el sueño. No la ayudaron siquiera a paliar aquella jaqueca persistente que martillaba su existencia entre cuatro paredes a lo largo de 30 jornadas interminables.

Ella es una de las 22 personas que tuvieron Covid-19 en San Juan y ya lograron recuperarse. Una de las repatriadas, específicamente, cuyo testimonio fue un enorme hallazgo periodístico de "Compacto 13" este lunes por la tarde. Por varias razones su declaración resultó valiosa. Pero, entre todas, posiblemente la más importante haya sido que derrumbó aquella idea de que los jóvenes asintomáticos pasan la enfermedad alegremente. Que los únicos que tienen razón para angustiarse son los adultos mayores de 60 años y quienes cargan con alguna otra patología de riesgo.

Las secuelas emocionales quedaron. Daniela no intentó esconderlas durante los minutos que habló en vivo en este medio. El cumpleaños perdido de una de sus hijitas, conjugado con el terror a la discriminación por haber sido una de las infectadas, siguen latentes como marcas indelebles de una verdadera pesadilla. 

Nunca le faltó lo esencial. Transcurrió su enfermedad sin siquiera un catarro. Contó con conexión de Wi-Fi permanente y tuvo una trabajadora social y un psiquiatra cada vez que los necesitó. Pero el Coronavirus y todo lo que conlleva se convirtió en un monstruo mucho mayor al que pueda imaginar una persona hasta que le toca experimentarlo en carne propia. A Daniela le sucedió de esta manera. Había leído, estaba enterada. Pero no hubo noticia, no hubo texto que pudiera anticiparle lo que debía transitar.

Con las dos PCR negativas, la joven sanjuanina pudo liberarse del virus carcelero para reencontrarse con el mundo exterior. No habló acerca de sus nuevos miedos, pero sí de sus profundos aprendizajes. El aspecto central es dejar de señalar a los infectados como autores de un delito y entender que a cualquier comprovinciano le puede tocar, más ahora con circulación viral por conglomerado.

La curva epidemiológica que tuvo un pico los días siguientes al hallazgo de los cuatro primeros casos de Caucete el 19 de agosto, pudo estabilizarse los días subsiguientes con un agudo protocolo que paralizó a la provincia entera y encerró manzanas completas. Doce días después, los barrios Justo P. Castro I y III salieron de la burbuja, no porque el virus ya no esté en circulación sino porque terminó el rastrillaje sanitario. De aquí en más, el futuro dependerá mucho del comportamiento ciudadano. Y también, hay que decirlo, un poco de la suerte de cada uno.

Esta situación no tiene reversa. La indignación que manifestó la jefa de Epidemiología, Mónica Jofré, por las fiestas clandestinas en Caucete y Santa Lucía, los dos departamentos más complicados por el Coronavirus, no remedia absolutamente nada. El germen llegó para quedarse y toda la policía, todos los juzgados de Flagrancia serán insuficientes para atajar los actos de irresponsabilidad.

Por eso resulta valiosísimo el testimonio de Daniela. Aún desde el dolor y la resiliencia como único salvavidas, le puso el rostro a los que se creen a salvo, a los que miran la peste con desdén, a los que entienden que las medidas sanitarias son exageradas y que en el fondo hay una maniobra política para relanzar el orden mundial. El disparate solo encuentra el límite cuando una joven mujer se para en frente de todos y todas para decir: "a mí me pasó, a mí no me la contaron".

Entonces si cuidar al más vulnerable no fuera motivo suficiente, si lo único que importa es la dolencia personalísima, si los respiradores y la muerte parecen reservados siempre para otros menos para uno, el mensaje de Daniela es un cachetazo para despabilarse. A cualquiera le puede tocar y no será gratuito para nadie. Incluso para los asintomáticos, que siguen siendo la inmensa mayoría.

Los diagnósticos registrados hasta anoche que superaban los 250 casos activos eran todos por contagios ocurridos antes del Día del Niño. Lo confesó una fuente reservada que está integrada al operativo sanitario entre la provincia y los municipios. Vale entender que esto recién empieza. Los eventos clandestinos del fin de semana se manifestarán en un par de semanas en las estadísticas y no se trata de una profecía sino de una estimación hecha por la propia responsable de Epidemiología.

Si algo debiera quedar en limpio del testimonio de Daniela es que el virus no perdona. Y no alcanza con llorar a toda hora.


JAQUE MATE