Para el ciudadano promedio la economía se reduce a la billetera o la cuenta sueldo y su relación directa con el mes en curso. Si llegar al día 30 se hace cada vez más difícil, las cosas están mal. Ni hablar, si la estrechez del ingreso no permite pensar más allá de una semana. O del día que recién empieza. Entonces, la preocupación se reduce a conseguir el plato de comida.

Esta perspectiva callejera de la economía no admite grandes planteos teóricos. Eso queda para los analistas que se zambullen en números y gráficos muchas veces inentendibles para el resto de la humanidad. Llamativamente, por ahí los modelos tan prolijamente desarrollados y argumentados, ni siquiera se acercan a la realidad familiar, alejadísima de esa entelequia denominada como "los mercados".

Sin embargo, a ese trabajador que está asfixiado esperando algún alivio de parte del gobierno que asumirá mañana martes y que prometió darle un corte a la política de ajuste de los cuatro años del macrismo, le sirve mucho saber quién es y cómo piensa el nuevo ministro de Economía, Martín Guzmán.

Algunos pueden asustarse al saber que tiene apenas 37 años de edad. Porque claro, tanta juventud puede ser sinónimo de falta de experiencia. Tiene igualmente muchos pergaminos académicos y uno fundamental para comprender su pensamiento: es miembro del equipo de investigación del Nóbel de Economía de 2001, Joseph Stiglitz.

Nuevamente, al ciudadano promedio, hablarle de un Nóbel de hace casi 19 años puede sonar a distracción de lo urgente. Sin embargo, el economista norteamericano es uno de los grandes referentes del modelo que enfrenta a los grandes grupos especulativos. Incluso a la propia matriz estadounidense, idolatrada por muchos colegas y vendida al exterior como el Edén planetario. Nada más lejos.

Stiglitz tiene varias publicaciones. En su libro "El precio de la desigualdad", se mete de lleno con la distribución de la riqueza.  Entre otras cosas, afirma que la globalización está produciendo "países ricos con población pobre.” Y eso es fácil de entender. Alcanza con echar un vistazo del otro lado de la cordillera, donde el pueblo chileno salió a las calles a exigir derechos básicos como salud y educación, en una nación que lleva décadas de crecimiento sostenido. Evidentemente, muchos se quedaron afuera de esa época de vacas gordas.

Stiglitz agrega que la política ha condicionado al mercado para que "favorezca a los de arriba a expensas de los demás.” Es decir: cada vez que alguien gana, muchos otros pierden. Si no, el sistema no funciona.

Podríamos seguir citando frases textuales pero sería redundar. El  inspirador teórico del nuevo ministro de Economía de Argentina condena las políticas aplicadas por Cambiemos. Esa es la síntesis a la que podemos arribar muy rápidamente.

Stiglitz también denuncia que los países en vías de desarrollo, como Argentina, muchas veces se encuentran "atrapados entre dos opciones desagradables". La primera es la suspensión de los pagos de deuda, temiendo que entrar en default signifique el derrumbe total. Y la segunda es aceptar más préstamos, perdiendo "soberanía económica". Suena bastante familiar.

Alberto Fernández asumirá mañana y tendrá por delante un desafío enorme, por diferentes flancos. Pero ha insistido en que la prioridad estará puesta en los sectores que menos tienen, sencillamente porque llegaron al límite de no comer,  comer menos, comer mal. Ahí están incluidos, créase o no, también trabajadores en relación de dependencia, cuyos salarios quedaron totalmente por debajo de la canasta familiar. También la mayoría de los jubilados.

Los recursos que haya, que no son muchos, se apuntarán a tonificar los ingresos de esos segmentos de la población. Parece coherente con el modelo económico. Sin embargo, no será más que un primer paso, en una carrera larga y llena de obstáculos. No hay espacio para un nuevo fracaso. O para un país donde no quepan todos.

JAQUE MATE