Andrea, la sanjuanina que se hizo zapatera para salvar a su hijo enfermo
La mujer conoció el oficio ya siendo adulta, sin venir de una familia que se dedique a este rubro. Sin embargo, el duro diagnóstico que recibió su pequeño la hizo tomar la decisión de arriesgarlo todo y dedicarse a la zapatería para cubrir los gastos médicos.
Como cada año este 13 de septiembre se celebra el Día del Trabajador del Calzado. A lo largo de décadas la zapatería a sido asociada a los hombres, como un rubro puramente masculina. Sin embargo, en San Juan hay una madre que decidió romper con esta regla para poder salvar a su hijo menor. Se trata de Andrea, quien decidió dedicarse a tiempo completo a ser zapatera para costear los gastos médicos de su pequeño.
Andrea Peláez es una verdadera luchadora. Una mujer que recibió una dura noticia cuando al menor de sus hijos le diagnosticaron una distrofia muscular progresiva. Se trata de un trastorno hereditario que genera debilidad en los músculos. Si bien esta enfermedad puede hacerse llevadera si el paciente recibe la atención adecuada, los tratamientos y consultas son realmente caros. Esto se magnifica cuando hay que acudir a la salud privada.
'Este realmente era el oficio del papá de mis niños y cuando nos separamos inicié el negocio con el que sustento a mis dos niños. Tengo al más chico que tiene una distrofia muscular progresiva. Cuando esa situación empezó los gastos eran muchísimos, entonces se me hacía muy difícil cubrir los gastos médicos y de los empleados. Fue una cuestión de decidir y claramente prioricé a mi hijo. Me senté y de ahí en más yo me hago cargo de él, tiene todo particular, su kinesiólogo, su masajista y su terapeuta', contó.
Desde ese momento Andrea llega a las 10:00 cada día a su zapatería, ubicada en Av. Rioja antes de Laprida, y no deja de trabajar hasta la noche. Así fue como paulatinamente ella descubrió que además de ser una solución económica, de verdad era un oficio que le gustaba desarrollar.
No sólo disfrutaba el hecho de reparar los calzados, sino sobre todo sentía una gran alegría cuando sus clientes quedaban satisfechos con el trabajo realizado. Su idea no es buscar la solución más económica y rápida, sino la que ella aplicaría si se tratara de sus propios zapatos. Debido a esto siempre le da a su clientela distintas opciones para que ellos elijan si optan por algo más económico o por una alternativa que realmente los deje como nuevos.
'No fue fácil, yo siempre digo que hay que tener mucha imaginación. Ves un zapato roto y tenés que imaginarte que le podés hacer para que quede bien. No es pegar un pedazo de cuero o goma, tenés que ir armando y viendo que quede bien. Si yo saco una base y se rompe el cuero, cuando el cliente venga no le va a gustar. Se tiene que calentar y se va despegando de a poco, a veces estas más de una hora para despegar un zapato. Después ponés la base, la pegás y la cocés para que te quede como estaba de fábrica. Hay que hacer el trabajo con amor, pensando en si a mi me gustaría como quedó. Esa es mi política de trabajo', señaló.
A pesar de que ahora se ha vuelto su mayor pasión y su forma de vida, Andrea no conocía la zapatería de niña. Nadie de su familia se había dedicado a esta profesión, por lo que ella debió aprender todo ya siendo adulta. A esto se le sumó la complicación de que ella no contaba con un lugar propio para desempeñar su profesión.
Sin embargo, la vida la llevó a coincidir con una mujer que sintió una gran empatía por la situación que vive su hijo. Esta persona tenía un inmueble sin ocupar, por lo que decidió cedérselo a Andrea para que pudiera recaudar el dinero que necesitaba su pequeño. No obstante, a pesar de la alegría de ya tener un sitio donde asentarse, constantemente tiene problemas con las autoridades municipales debido a la falta de habilitaciones.
'Cuando era más chica ni siquiera sabían que existían los zapateros, nunca vi a mi familia ir a uno. Conocí este trabajo con el padre de mis niños, nunca me hubiera imaginado ser zapatera. El sueño mío era ser policía y terminé acá. Me gusta pero por ahí lo que si te cansa es que desde la Municipalidad no me habilitan el local que me lo prestan. Siempre vienen a decirme que me van a clausurar, lo único que pido es que me dejen trabajar. No veo que sea peligroso, no se está cayendo el techo ni nada', relató.
A pesar de esto, la zapatera local afronta cada día de trabajo con la mejor actitud, para que su clientela la siga eligiendo a ella cuando tienen algún problema con su calzado. Sin dudas una historia de lucha digna de ser contada.