Desde el departamento Jáchal, en medio de tantas buenas ideas surge una iniciativa única en su tipo: el centro “Crisoles”. Se trata de un espacio concebido por Fernanda Codorniu, representante departamental en esta edición de la Fiesta Nacional del Sol, para conocer la respuesta a una necesidad urgente en su comunidad. 

El centro en el cual se está desarrollando las actividades actualmente

Cuando Fernanda abrió las puertas de “Crisoles”, Jáchal carecía de un centro orientado a personas con discapacidad: “Queríamos crear un espacio donde las personas no solo recibieran terapia, sino que también sintieran que pertenecen a la institución”, explica. A través del aprendizaje vivencial y del disfrute, el centro busca que los conocimientos adquiridos puedan ser aplicados en la vida cotidiana, promoviendo una inclusión genuina y tangible.  

Cada día en Crisoles es una oportunidad para detectar necesidades no satisfechas y brindar los apoyos necesarios que garanticen igualdad de oportunidades. La empatía y la escucha activa son pilares del trabajo de Fernanda y su equipo: “Cuando escuchamos con atención, logramos identificar áreas de oportunidad que hacen una diferencia real en la vida de nuestros pacientes”, comenta.  

Uno de los objetivos más ambiciosos de Fernanda es lograr implementar una sala multisensorial, un espacio diseñado para mejorar la calidad de vida de personas con limitaciones físicas o sensoriales. Estas salas brindan experiencias sensoriales únicas, facilitando la relajación, la estimulación y el aprendizaje: “Este tipo de tecnología es muy útil para patologías complejas, porque les da a los pacientes una experiencia adaptada a sus necesidades”, explica Fernanda.  

La inspiración para este proyecto proviene de su formación en la Universidad Provincial de Córdoba y sus prácticas en una sala multisensorial en Río Cuarto. “Aprendí no solo la parte técnica, sino también a trabajar con amor y contención humana”, recuerda con gratitud. Una frase que marcó su experiencia sigue guiando su camino: ‘La oruga no necesita un milagro para volar, sino un proceso’ reflexionó.

El compromiso de Fernanda va más allá de lo profesional: su emprendimiento refleja una fuerte ética personal y un deseo genuino de devolver algo a la comunidad: “Quienes tuvimos la oportunidad de formarnos fuera de nuestra provincia y en educación pública, tenemos la responsabilidad de mejorar la realidad de los demás”, afirma. Esta filosofía impulsa a Crisoles a crecer y adaptarse constantemente a las necesidades de sus pacientes.  

Uno de los desafíos actuales es justamente la falta de un espacio propio. El centro opera en un local alquilado, lo que limita tanto su expansión como la incorporación de más profesionales al equipo: “Si logramos concretar la sala multisensorial, nuestro próximo sueño sería contar con un edificio propio para ofrecer una atención verdaderamente integral”, comenta Fernanda.   
Ganar el concurso “Emprendedoras del Sol” permitiría a Crisoles dar un paso crucial hacia la concreción de la sala multisensorial. Fernanda detalla que este tipo de proyecto requiere una gran inversión, ya que cada equipamiento debe estar cuidadosamente integrado: desde una piscina de pelotas y un tubo de burbujas, hasta paneles interactivos, máquinas de vibración y sistemas de aromaterapia. “El equipamiento tiene que estar interconectado para que tanto los terapeutas como los pacientes puedan controlarlo con un mando a distancia”, explica.  

El premio sería destinado a adquirir estas tecnologías y comenzar a transformar el sueño de la sala multisensorial en una realidad palpable para la comunidad de Jáchal. Codorniu y el equipo de Crisoles trabajan día a día con un propósito claro: mejorar la calidad de vida de personas con discapacidad y promover una sociedad más justa e inclusiva: “Nuestro proyecto no solo busca terapias efectivas, sino que aspira a garantizar la equidad social. Queremos que todos tengan las mismas oportunidades para desarrollar su máximo potencial”, concluyó.  

Mientras se hace cuenta regresiva de la elección, lo cierto es que su impacto ya se siente en cada persona que cruza sus puertas, y su mensaje resuena fuerte: la inclusión no es un ideal lejano, sino una realidad que se construye con pequeños gestos de empatía y grandes sueños compartidos.