Lengua de Señas Argentinas: el camino hacia el reconocimiento cultural
¿“Sordo” con mayúscula o minúscula? ¿Es la Lengua de Señas un canal alternativo a la lengua oral/escrita o una construcción cultural de una minoría lingüística? ¿Las personas Sordas son integradas o incluidas? ¿San Juan garantiza el acceso a los servicios básicos? ¿Alcanza con la legislación vigente y las políticas públicas para poder hablar de inclusión?
“Cuando es verdadera, cuando nace de la necesidad de decir, a la voz humana no hay quien la pare. Si le niegan la boca, ella habla por las manos, o por los ojos, o por los poros, o por donde sea. Porque todos, toditos, tenemos algo que decir a los demás, alguna cosa que merece ser por los demás celebrada o perdonada”. – Celebración de la voz humana/2 - Eduardo Galeano.
Hace más de 5 siglos, los capitanes de conquista en América, exhortaban a los originarios a convertirse a la fe católica por medio de la lectura de un extenso Requerimiento. La legitimidad de este se lograba por medio de la fiscalización de un escribano público, en caso de haber, o mediante filo de espada, en su ausencia. Ni la discrepancia ni el acatamiento eran posibles, pues las lecturas se realizaban sin traducción. Es así como una cultura por fuerza de coacción sumió a otras, en muchos casos hasta lograr su extinción. Y con su extinción, su cosmovisión del mundo desapareció.
Esta metodología de colonización no ha quedado sepultada en los libros de historia, a pesar de los esfuerzos internacionales por el reconocimiento de la diversidad cultural y de los grupos minoritarios. En las sociedades modernas, los hacedores de la civilización occidental han segregado y discriminado a todo tipo de expresión diferente a la normalizada por la mayoría de la sociedad. El proceso de normalización provocó dos movimientos simultáneos: hacia afuera, eliminar al extraño y hacia adentro, confinar al diferente. Esta última ha sido la suerte de de las personas con discapacidad durante mucho tiempo. Recién en 2008 entró en vigor la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, ratificada en Argentina mediante ley 26.387 en el mismo año.
En nuestro país cerca del 1% de la población es Sorda o tiene dificultades auditivas, pero no todos integran la comunidad de Sordos. Si bien para pertenecer a esta comunidad en Argentina es requisito fundamental ser usuario de Lengua de Señas Argentina (LSA), es primordial el autoreconocimiento, puesto que existen personas con diferentes grados de audición o con sordera que por medio de la educación oralista (adquisición del habla), lectura de labios o con ayuda de la tecnología se han podido adaptar al mundo de los oyentes. En San Juan, la Comunidad de Sordos está integrada por unas 300 personas. El concepto de Cultura Sorda fue acuñado por esta comunidad para referirse a costumbres y modos de percibir la realidad que solo sus miembros pueden comprender. La estructura de su lengua se ha establecido de acuerdo a sus necesidades comunicativas. La utilización de la palabra Sordo con mayúscula designa a personas cuya primera lengua es la Lengua de Señas y prima una visión socio-antropológica para referirse a una comunidad lingüística minoritaria. La concepción médica utiliza la palabra sordo con minúscula para personas con discapacidad auditiva severa.
No es casual la referencia a la diversidad cultural, tratándose de grupos comunitarios. Estas personas con dificultades auditivas, incomprendidas, cuando no fueron expulsadas de las ciudades, fueron confinadas en hospicios. En estos lugares se les prohibió la utilización de señas, con el objetivo de desarrollar el dominio del aparato fonético. El proceso de socialización necesariamente debía hacerse mediante la adquisición del lenguaje, a través del habla (modelo médico alemán). Todo esto sin tener en cuenta que, aunque no hablaran, podían ser sujetos generadores de cultura. He aquí el extenso Requerimiento de la sociedad contemporánea. Los oyentes que históricamente han decidido el destino de estas personas juegan el papel de de escribanos y colonos. La falta de inclusión laboral, consecuencia de una base educativa muy cuestionada por las propias personas Sordas, se convierte en el filo de la espada.
En torno a la situación educativa, en San Juan hay realidades diversas. Algunas personas sordas han sufrido cambios radicales en su vida debido a que fueron cambiando, por iniciativa de sus padres, de escuelas comunes a especiales y viceversa, en busca de la enseñanza más adecuada. La incorporación del contenido es siempre dificultosa y por otro lado el aislamiento social tiene costos altos. Es posible que en algunos casos terminen la primaria a los 15 años, la secundaria alrededor de los 26 y en la peor de las situaciones nunca finalizan sus estudios.
Otros han logrado adaptarse a la escuela común, a través de la oralización o la lectura de labios con muchas dificultades. Incluso han finalizado sus estudios en tiempo y forma. Sin embargo, las expectativas de profesionalización son bajas, pero no se debe a la complejidad y naturaleza de los contenidos de la educación terciaria o a que no sean capaces de comprenderlos. Si no, porque es necesaria la adecuación del contenido y la creación de una modalidad de evaluación satisfactoria para los intervinientes. La enseñanza debe ser mediada por un intérprete a costas del interesado. Las personas que integran la comunidad conocen intérpretes que pueden realizar esta labor en forma gratuita, pero en los claustros universitarios desconfían de que este trabajador sea fiel al mensaje o que en instancia de evaluación puedan dictar las respuestas del examen.
Particularmente, la actividad de los intérpretes de LSA no está regulada ni contenida por el Estado. Es necesario, para que una persona pueda acompañar a un Sordo en su proceso educativo tener título de docente y posteriormente un curso de capacitación que habilita como Docente Auxiliar Integrador (DAI). Pero un DAI no es intérprete de LSA, para que la educación sea bilingüe es necesario conocer la Cultura Sorda, pues interpretar no es lo mismo que traducir.
El panorama laboral es relativamente uniforme. Como consecuencia de las dificultades para acceder a la educación superior, es muy difícil encontrar trabajo. Cristina Graffigna, referente de la comunidad de Sordos de San Juan, asegura que “la ley de cupo laboral del 4% para personas con discapacidad no se cumple”. Algunos encuentran oportunidad laboral enseñando Lengua de Señas Argentinas a oyentes interesados, que conforman junto a los familiares y amigos de personas sordas la Comunidad Solidaria. La escuela primaria de educación especial Antonio Terry trabaja con adolescentes y tiene talleres para la adquisición de oficios. Son pocas las personas con dificultades auditivas que han podido obtener empleos en organismos públicos. Una de las respuestas del Estado es el Programa Promover, destinado a trabajadores desocupados mayores de 18 años con certificado de discapacidad y residencia permanente en el país.
Cuando se trata de acceso a la salud, a la justicia y trámites, la situación es similar. La presencia de un intérprete de LSA se hace necesaria, dependiendo del grado de oralización. Los establecimientos públicos y las obras sociales no cuentan con servicios de intérprete ni están obligados a tenerlos. El coloniaje silencioso prolifera así, casi de manera inconsciente. A pesar de los reconocimientos internacionales de los Derechos de las Personas con Discapacidad, la inclusión es ficticia. Si el principio rector es la igualdad de oportunidades, difícilmente se logre, con tantos inconvenientes al recurrir a servicios básicos.
Desde 2014, la Confederación Argentina de Sordos, integrada por 18 Asociaciones de Personas Sordas distribuidas en el territorio nacional, lucha por la aprobación de la Ley de Lengua de Señas Argentinas (Proyecto de Ley N° 4403-D-2014). El punto central de esta ley es el reconocimiento de la LSA como patrimonio lingüístico-cultural de la Comunidad de Sordos. Para preservar y difundir la LSA, realizar investigaciones, difundir material didáctico, capacitar y registrar intérpretes, asesorar a organismos públicos en la formación de políticas públicas, entre otras funciones, es que se promueve la creación del Instituto Nacional de Lengua de Señas Argentinas (INALSA). Esta iniciativa legal fue gestada en el seno de la colectividad y presentada en el año 2014.
El mismo año se presento otro proyecto para la creación del Instituto Federal de Lengua de Señas Argentinas (INFELSA). Si bien ambas posiciones reconocen la LSA, el foco de la disputa es el criterio de ese reconocimiento. El proyecto INFELSA incluye a las personas sordas (con minúscula), tengan o no implantes, sean o no oralizadas, personas hipo acusicas con capacidad de habla, con sordo-ceguera y dificultad motriz, que usan LSA como medio de comunicación que genera los mismos derechos y obligaciones que el español. INALSA tiene el objetivo de proteger y difundir un patrimonio cultural, pues la lengua define la identidad de esta comunidad. En ella, los integrantes no definen su pertenencia por el grado de pérdida auditiva, sino por su identificación con la minoría lingüística y cultural cuya primera lengua (lengua natural) es la LSA. Las especificidades en términos médicos corresponden a un paradigma que ve una falencia donde hay una oportunidad.