En esta semana se desató un gran conflicto en el que se vio involucrada la Escuela Normal Sarmiento. Lo que ocurrió fue que un docente de Teatro les leyó el cuento 'Canelones' a sus alumnos. En este texto aparecen tres palabras que provocaron que los padres de algunos estudiantes lo calificaran de 'inapropiado' y presentaran sus quejas a la institución. A raíz de ello el docente fue suspendido en un primer momento. Sin embargo, es importante señalar en qué contexto dice estas palabras el escrito.

Primeramente se debe destacar que el autor del texto, publicado en abril de 2007, es el conocido Hernán Casciari quien no dudó en involucrarse en el caso para tratar de evitar que el docente Juan Nicolás Esquivel perdiera su trabajo. El artista no sólo charló telefónicamente con el profesor sino también con Marcela Herrera, la rectora de la Escuela Normal Sarmiento.

En este texto Casciari cuenta la historia de dos amigos, Hernán y Chiri, que se conocen desde niños y por diversión hacían bromas telefónicas. A medida que iban creciendo estas jugarretas iban subiendo de nivel al punto en donde deciden hacerse pasar por una pareja que sin querer llamó por teléfono a alguien desconocido.

Estos dos chicos empezaban a entablar una charla con tono sexual, ignorando completamente a la persona a la que le acababan de marcar. Su intención era ver si el sujeto del otro lado del teléfono hacía silencio, le ganaba la curiosidad y se quedaba escuchando qué hacían estos supuestos 'novios'. En este contexto es en el que se mencionan las tres palabras que generaron enojo los padres de algunos estudiantes de la Normal Sarmiento.

Este es el fragmento del texto en cuestión:

La llegada de la tecnología, antes que amilanarnos, propició nuevos métodos de trabajo. Cuando en casa tuvimos el segundo teléfono (uno con cable, otro no) con el Chiri inventamos la telefonocomedia, que era una forma de cachada a dos voces con receptor pasivo. Consistía en llamar a cualquier número y hacer creer a la víctima que estaba interrumpiendo una charla privada.

VICTIMA: —¿Hola?

CHIRI (voz de mujer): —...claro, pero eso es lo que te gusta.

VICTIMA: —¿Diga?

HERNAN (voz masculina): —Lo que me gusta es chuparte el cu**.

CHIRI: —Mmmm, no me digas así que me se ponen las tet** duras.

VICTIMA: —¿Quién es?

HERNAN: —Yo lo que tengo dura es la poron**, (etcétera).

El objetivo de este reto dramático era lograr que el interlocutor dejara de decir «hola» y se concentrara en nuestra charla obscena, como si se sintiera escondido debajo de una cama de hotel. Cuanto mejores eran nuestras tramas, más tardaba la víctima en aburrirse y colgar. Fue, supongo, un gran ejercicio literario que nos serviría —en el futuro— para mantener a los lectores atrapados en la ficción de un relato. Una tarde, después de diez minutos de telefonocomedia, una de nuestras víctimas comenzó a jadear, y nos dio asco.