"Me debo al entorno"
Josep Albert recrea en el Almudín el territorio de sus largas caminatas por el campo en la exposición Paisatges encarnats
"Es la prolongación de una geografía próxima: la de los paisajes que he frecuentado y pisado durante mis largas caminatas". Josep Albert los recrea en la exposición Paisatges encarnats, cuyo título hay que tomarse en su extrema literalidad, porque lo que hace el artista valenciano es eso: encarnar esos paisajes, hacerlos suyos, de manera que naturaleza exterior e interior sean una y la misma cosa. «"Te llegas a identificar tanto con esos lugares, que pasan a ser tú mismo", explica el autor de la muestra comisariada por Montserrat Hormigos.
Y por si quedara alguna duda, es esto lo que dice en el texto del catálogo: "Las obras que presento, en conjunto, constituyen una reflexión sobre la geografía y paisajes con los que me identifico vivencialmente". La imponente sala del Almudín acoge las diferentes esculturas, dibujos, instalaciones e incluso el audiovisual, que son emanaciones físicas de esa experiencia vital. Porque Albert, sirviéndose sin duda de la poética que trasluce su obra, lo que hace es transmitir la fisicidad de los materiales objeto de su intenso caminar.
A veces las piezas son una extensión de los lugares que ha ido pisando y otras, detalles más próximos fruto de la azarosa fijación. "Es como cuando caminas y vas ensimismado, para de pronto detenerte ante algún elemento que te sorprende y que, normalmente, se repite". Así es como van surgiendo durante el recorrido expositivo, terrenos escarpados, puntiagudos o llenos de oquedades, detalles de espinal, bosques con troncos al corte y hasta cierto alfabeto de ramas de un campo de almendros.
La nogalina, el yeso, el alabastro y la propia madera ocupan el Almudín contagiando a la sala de la naturaleza que Josep Albert lleva siempre a cuestas. No se piense con esto, que su naturaleza cuesta, que le trae al artista por la calle de la amargura. Nada más lejos. "No, la naturaleza no me abrume. Todo lo contrario: me siento incluido en ella mediante la tacticidad de cada uno de los materiales con los que trabajo". De hecho, dice entregarse a los paisajes por los que pasea y luego trata de recrear en la calma de su estudio: "Me debo al entorno".
Se debe a él, porque al encarnar los paisajes, estos adquieren la vida perdida al ser extraídos de su entorno. Como un cuidadoso cirujano, inserta los materiales en lugares ajenos al hábitat natural, sabedor de que el más mínimo fallo quebraría la ligazón que le une a ellos. "Los ritmos temporales y espaciales de mi entorno afectan constructivamente mis procesos de trabajo, también en lo concerniente a la fisicidad de las obras; asumo plenamente que mis materiales son los materiales de la naturaleza".
Esa mezcla de "creación y destrucción", a la que alude el propio artista, le hace ser cauto a la hora de diagnosticar los males que aquejan a esa naturaleza que los ecologistas sienten particularmente amenazada. "Nuestras sociedades están enfermas, porque lo que era curativo ahora es objeto de agresión". Albert, aún reconociendo que la sociedad está "desequilibrada", no se atreve a dictar sentencia: "Creo que parte de culpa la tenemos nosotros, pero no sé". Prefiere alejarse de la más palmaria ideología, para centrarse en la labor medicinal, curativa, de su propio trabajo.
"El yoga me parece bien, pero se consiguen los mismos efectos paseando". Y cifra en la "naturaleza inagotable" la fuente de una dicha superior que emana del acto creativo. "No estamos sincronizados con los ciclos, las estaciones; en la ciudad apenas se ven las estrellas por culpa de tanta luz y en los centros comerciales no existe la naturaleza". Existe, pero sin duda es la artificial de las plantas sintéticas, aquello de lo que huye Josep Albert, precisamente porque lo suyo es encarnarlas, devolverles la savia perdida.
Paisatges encarnats, que el Almudín del Ayuntamiento de Valencia acoge, es una muestra para sentir esos ritmos y cadencias de la naturaleza sin prisas, fuera de la lógica del acelerado avatar diario. Por eso dice el artista que él trabaja "al margen de los dictados del mercado; la obra puede crecer rápidamente o necesitar de mucho tiempo". Obras nacidas de sus paseos por Aitana, La Serrella, El Benicadell, La Foradà, El Montgó, La Mariola o La Safor, por citar algunos de los lugares que aparecen en el video Des de Diània, a modo de documento visual del paisaje recorrido.
En síntesis, termina diciendo Albert, "he pretendido generar espacios de continuidad con mi paisaje, desarrollando e incorporando la misma materia, sus tiempos y procesos conformadores en mis acciones". Un trabajo de minuciosa exploración en el que prima, no tanto la luz arrebatada de los paisajistas románticos, como la modesta artesanía de quien pretende atrapar poéticamente el tacto de los materiales.