Lo que inicialmente parecía un automóvil en llamas en un camino rural de Margarita, Santa Fe, se convirtió en un espantoso crimen. El suboficial de la policía santafesina, Ariel Andrés Aguirre, de 26 años, fue hallado muerto en el asiento trasero del vehículo, con múltiples puñaladas en el pecho.

La investigación avanzó rápidamente, y en menos de 24 horas, se detuvo a un sospechoso: un amigo de la infancia de la víctima, Alexis Javier Franco, quien trabajaba como mecánico de motos en el pueblo. La amistad entre ambos se vio ensombrecida por los celos de Franco, quien sentía una atracción no correspondida por la novia de Aguirre, que también era compañera de ambos en la fuerza policial.

Franco aparentemente aprovechó esta situación para tenderle una trampa mortal a Aguirre. Bajo el pretexto de buscar un repuesto para la moto de Aguirre, lo condujo a un lugar apartado y, en un acto atroz, lo apuñaló hasta la muerte antes de incendiar el vehículo con el cuerpo dentro.

Después del asesinato, Franco llamó a una amiga y le mintió diciendo que tenía problemas con su automóvil, pidiéndole que lo recogiera. Incluso le regaló la remera que había utilizado durante el homicidio. Sin embargo, la trama comenzó a desmoronarse cuando la policía llegó a tomar declaración a Franco. A pesar de sus intentos iniciales de proporcionar una coartada, sus contradicciones y la presión de los investigadores lo llevaron a confesar el asesinato.

Según detallaron al portal Reconquista Hoy, la víctima la había llevado la moto a su amigo para que la arregle sin siquiera sospechar que este sentía celos de él, porque se sentía atraído por su novia, compañera de ambos en la fuerza.

A pesar de la detención, el arma homicida todavía no ha sido encontrada, lo que agrega un elemento adicional de misterio a este trágico suceso.