La renuncia del exobispo de San Rafael, Carlos María Domínguez (59), no fue voluntaria. El Papa Francisco le exigió dimitir luego de recibir tres denuncias en su contra por abuso sexual. La rapidez con la que se tomó la decisión refleja la gravedad de las acusaciones y la contundencia de los testimonios. Domínguez fue además obispo auxiliar de San Juan.

Las denuncias –presentadas el 3 de febrero– revelan un patrón de conducta: todas las víctimas describen un abuso progresivo, que comenzó con manipulación y coacción dentro del ámbito eclesiástico y derivó en ataques sexuales.

Las tres personas que lo denunciaron no tienen relación entre sí, pero sus relatos muestran similitudes impactantes. Según su testimonio, Domínguez se aprovechaba de su posición de poder dentro de la Iglesia para generar situaciones de control y sumisión sobre sus víctimas.

El abuso no comenzaba de manera física, sino con un proceso de manipulación psicológica. Primero, el entonces obispo ejercía un dominio absoluto sobre la confianza de las víctimas, valiéndose de su investidura religiosa. Luego, esa influencia derivaba en encuentros privados donde, según las denuncias, el control pasaba del terreno emocional al físico.

Las acusaciones indican que en esos encuentros el abuso de poder se convertía en abuso sexual. En todos los casos, las víctimas coinciden en describir a Domínguez como un hombre persuasivo y autoritario, que se imponía por su jerarquía y por el contexto de fe en el que se desarrollaban los hechos.

El 3 de febrero, tres personas se animaron a hablar y relataron lo sucedido a sacerdotes de confianza dentro de la diócesis de San Rafael. Aseguran que, tras haber sido sometidas a la autoridad de Domínguez, terminaron siendo víctimas de sus ataques.

Las denuncias llevaron a la Iglesia a activar el protocolo del Vaticano para casos de abuso sexual dentro del clero. Por la magnitud de las acusaciones y la gravedad de los hechos, el caso llegó directamente al Tribunal Especial de la Santa Sede en Roma, sin pasar por la instancia diocesana habitual.

Desde la diócesis de San Rafael confirmaron que los testimonios fueron considerados creíbles y contundentes. “Si hubiera dudas, el tratamiento hubiese sido diferente. El Papa no habría actuado con tanta rapidez”, señalaron fuentes eclesiásticas.

El 12 de febrero, Domínguez presentó su renuncia como obispo de San Rafael. Oficialmente, la Iglesia sostiene que la dimisión fue por “pedido” del Papa, pero en la práctica, fue una decisión forzada. De no haber aceptado, Francisco hubiera tomado medidas aún más drásticas para removerlo.

Además de la renuncia, el Vaticano ordenó que Domínguez abandonara San Rafael de inmediato. Hoy, el exobispo ya no se encuentra en la ciudad mendocina.

Las víctimas que denunciaron a Domínguez primero acudieron a la Iglesia, pero algunas de ellas ya recurrieron a la justicia penal, lo que podría derivar en un proceso judicial fuera del ámbito eclesiástico.

Fuentes cercanas al caso advierten que podrían surgir nuevas denuncias. “Cuando los primeros se animan a hablar, otros que tenían miedo suelen encontrar fuerzas para hacerlo”, explicaron desde la vecina provincia.

Qué puede pasar con Domínguez

El juicio eclesiástico ya está en marcha en Roma. Si la Iglesia lo encuentra culpable, podría recibir la sanción más leve, que es la dimisión del estado clerical (dejar de ser sacerdote). Sin embargo, también podría ser confinado a un monasterio o, en el peor de los casos, ser excomulgado.

Mientras tanto, si la justicia penal avanza, el exobispo podría enfrentar una condena civil. Por ahora, la Iglesia investiga.