El movimiento Woke ha generado intensos debates en los últimos años, polarizando opiniones entre quienes lo ven como una lucha justa contra las injusticias sociales y aquellos que lo consideran una amenaza para los valores tradicionales. Para comprenderlo en profundidad, Sergio Guzmán, politólogo de la Universidad Nacional de San Juan, ofreció en Banda Ancha un análisis detallado sobre su origen, significado y evolución.  

“El término woke surge en los años 30 en Estados Unidos, en un contexto marcado por profundas desigualdades raciales y sociales,” explicó Guzmán. Uno de los eventos clave que dio origen al término ocurrió en 1931 en Scottsboro, Alabama, cuando nueve jóvenes afroamericanos fueron acusados injustamente de violar a dos mujeres blancas.  

“Fue un juicio plagado de irregularidades, que terminó con condenas injustas de muerte y largas penas de prisión para los acusados. Este episodio se conoce como el caso de los Scottsboro Boys,” detalló Guzmán. Este hecho inspiró al músico Lee Bailey a componer una canción que visibilizó la injusticia y popularizó la idea de woke como un llamado a “despertar” y mantenerse alerta frente a las injusticias raciales.  

Con el tiempo, el concepto de woke evolucionó y se expandió más allá de las cuestiones raciales, incluyendo temas como la lucha por los derechos de género, las minorías sexuales y las causas ambientales. Sin embargo, Guzmán aclaró que el wokeismo no debe confundirse con la izquierda tradicional.  

“La izquierda clásica busca la igualdad social mediante la lucha de clases, mientras que el wokeismo se centra en las identidades colectivas, como el género o la raza. Aunque ambas tienen puntos de encuentro, no son lo mismo,” enfatizó Guzmán.  

Esta diferenciación es clave para entender por qué el wokeismo fue adoptado por personas que no necesariamente pertenecen a la izquierda política. “Podés ser un perfecto capitalista y estar alineado con el wokeismo,” señaló Guzmán, destacando su origen eminentemente estadounidense y su impacto en todo Occidente.  

En las últimas décadas, el wokeismo  fue duramente criticado por sectores conservadores, quienes lo perciben como una amenaza para los valores tradicionales. Guzmán mencionó a Elon Musk como uno de los principales críticos, quien llegó a calificarlo como un “virus social”.  

“El movimiento woke ha sido señalado como culpable de la pérdida de suscriptores de plataformas como Netflix y de otras transformaciones sociales que los sectores conservadores consideran negativas,” explicó Guzmán. Esta narrativa ha sido amplificada por los medios de comunicación y las redes sociales, convirtiendo al wokeismo en un blanco recurrente de ataques.  
Aunque el wokeismo tiene raíces estadounidenses, también ha encontrado eco en Latinoamérica, aunque de forma menos orgánica. “En nuestra región, las luchas identitarias suelen estar influenciadas por una historia racial y cultural distinta a la de Estados Unidos,” comentó Guzmán.  

En Argentina, por ejemplo, expresiones como el movimiento indígena o las luchas ambientales pueden considerarse variantes locales del wokeismo. Sin embargo, Guzmán advirtió que estas luchas suelen ser utilizadas por sectores conservadores para reforzar narrativas en contra del progreso social.  

En la actualidad, el término woke se utiliza tanto de forma positiva como peyorativa, dependiendo del contexto y de quién lo emplee. “Para las derechas más recalcitrantes, ser woke es sinónimo de ser excesivamente progresista, mientras que para otros representa una toma de conciencia y compromiso con la justicia social,” reflexionó Guzmán.