Cuentan que Marcelo Orrego, siempre que se refiere a su primer mandato en Santa Lucía, recuerda la misma anécdota. Era el único intendente no justicialista en los 19 departamentos y, lógicamente, le tocaba jugar en soledad frente al entonces gobernador, José Luis Gioja. En una de las tantas reuniones de rutina, sus pares terminaron cantando la marcha peronista. Habían olvidado por completo que estaba el basualdista presente. 

Si fue mito o realidad, a esta altura poco importa. La anécdota pinta de cuerpo entero al próximo gobernador de San Juan y su capacidad de adaptación. Así comenzó su carrera política: con viento de frente. Por ese motivo, en Producción y Trabajo dan por sentado que sabrá sobrellevar la gestión que iniciará dentro de 33 días.

Parafraseando al ex vicepresidente Julio Cobos, el panorama para Orrego es 'no positivo'. Le tocará gobernar con un bloque minoritario en la Legislatura, con apenas cuatro intendentes de su partido y sin un solo senador que lo represente en el Congreso. Todo esto, coronado por la certeza de que el próximo presidente tendrá otro color político. Para San Juan, la discordancia con Nación siempre fue un tema delicado.

Pero Orrego ni los suyos en ningún momento han filtrado gestos de nerviosismo. Por el contrario, ante la consulta reiterada off the record sobre el contexto adverso, han respondido con tranquilidad. Habrá una empecinada apuesta al diálogo político. En ese marco surgió la anécdota de la marcha peronista en aquella reunión de intendentes con Gioja. 

El santaluceño nunca cambió de camiseta. Se mantuvo en rol de opositor, aunque supo moderar el calibre de su discurso e incluso disimular alguna incomodidad. El pragmatismo justicialista quedó impregnado en su ADN desde la cuna. Su papá, Humberto, fue un reconocido funcionario de los '90.

Sin embargo, Orrego enfrentará una diferencia sustancial con respecto a aquel primer mandato como intendente entre 2011 y 2015. Nunca será lo mismo administrar el municipio que la provincia. Pero ese no será el contraste principal con respecto al camino recorrido.

Como jefe comunal siempre tuvo mayoría propia en el Concejo Deliberante. La falta de apoyo parlamentario será su obstáculo adicional a partir del 10 de diciembre. El peronismo -en sus distintas vertientes- y el bloquismo llegarán prácticamente a los dos tercios del recinto. Entenderse con todos ellos será imperativo.

La cuenta orreguista está clara: a mayor división del peronismo, más fácil será buscar los votos para las leyes necesarias hasta alcanzar el número requerido. En cambio, si el PJ y sus aliados se mantienen sólidamente unidos tendrán la llave de la aprobación de cada proyecto enviado por el Ejecutivo.

Posiblemente 2024 sea un año pacífico, en términos de convivencia política. Pero llegará el 2025 y nuevamente el país entrará en campaña por la renovación de la mitad de las bancas en la Cámara de Diputados del Congreso. Esa parada obligatoria pondrá a prueba los pactos de gobernabilidad.

Curiosamente, esa tensión previsible será al mismo tiempo uno de los activos que podría tener Orrego en su relación con la Casa Rosada. Al menos un sector de Producción y Trabajo considera que les convendría la victoria de Javier Milei en el ballotage dentro de 12 días. Es un juicio desapasionado, despojado de ideologías o fanatismos. Obedece al más puro pragmatismo.

Este grupo de dirigentes del próximo gobierno provincial entiende que Milei estará urgido de tender puentes con los gobernadores de Juntos por el Cambio, porque asumirá sin estructura propia. Orrego podría sacar provecho de esa necesidad libertaria.

Por el contrario, si ganara Sergio Massa, Orrego podría sentir el rigor del peronismo que ya tuvo que transitar cuando fue intendente. Al menos un par de dirigentes de Producción y Trabajo reconocieron el mismo temor: que Sergio Uñac ascienda en el esquema de poder nacional, se convierta en ministro del Interior y, por lo tanto, en un filtro inevitable para acceder a la Casa Rosada.

Las especulaciones orreguistas no se agotan en Uñac, también involucran a Gioja. Algunos, los más experimentados, consideran que el 'Flaco' también podría tener su cuota de poder en una eventual presidencia de Massa. Nada de esto sucedería si ganara Milei.

En esta línea de razonamiento, si el próximo presidente fuera el libertario, Uñac debería asumir como senador y ahí se agotaría su rango de facultades. Siempre será un actor relevante, pero comparativamente mucho menos amenazante. ¿Por qué? Porque el peronismo construye desde el poder. El PJ se hace fuerte cuando actúa como oficialismo, según el diagnóstico de Producción y Trabajo. 

Todo esto es futurología, pero no tanto. El escenario terminará de configurarse el 19 de noviembre.

La quita de subsidios e incluso la amenaza de recortar la coparticipación a las provincias no genera mayor preocupación dentro del próximo gobierno provincial. Hay varios motivos posibles para esta reacción. La primera, que entiendan que Milei nunca tendrá el consenso para avanzar en ese sentido. La segunda y más importante de todas, que Massa podría hacerles más cuesta arriba la gestión.

Mito o realidad, la anécdota de Orrego con Gioja lo pinta de cuerpo entero. Si hay que escuchar la marcha peronista otros cuatro años, sabrá cómo hacerlo. El resto, el tiempo dirá.


JAQUE MATE