La conversación duró alrededor de una hora. Poco, en comparación con otras charlas que habían terminado mal. Esta vez el llamado de Sergio Uñac a José Luis Gioja fue sorprendentemente breve. El acuerdo surgió con una velocidad inesperada, según dijo una alta fuente que tiene acceso directo a la oficina de Avenida España y Arenales. Pactaron extender mandatos partidarios, con un par de condiciones.

La primera fue que ninguno de los dos busque encabezar. Y la segunda, que se constituya una comisión de acción política para ir enhebrando voluntades. Las diferencias están enquistadas en cada estamento, en cada municipio, mucho más allá de la división entre uñaquistas y giojistas. Hay que desarmar esa compleja trama de enemistades para reconducir un partido golpeado por la derrota. Y por sus propios errores.

El acuerdo quedó atravesado por dos paradojas.

Paradoja I: la prórroga de mandatos implica que Uñac siga al frente del PJ. Será hasta que haya renovación de autoridades partidarias a nivel nacional. Eso podría suceder en septiembre. Pero hay que ponerle muchos puntos suspensivos a esa fecha, teniendo en cuenta la volatilidad argentina y la efervescencia peronista.

Paradoja II: la prórroga de mandatos fue una propuesta de Gioja. Por supuesto, no fue un cheque en blanco para Uñac. Como ya se dijo, la primera condición fue que no hiciera planes de permanencia indefinida. El renunciamiento debía quedar sellado de ambos lados. 

El desafío ahora será encontrar una figura de transición que les permita ordenar el desorden. Ese nombre todavía no está definido.

De hecho, ya no hay apuro. Haber ganado tiempo con la prórroga de mandatos fue un alivio para Uñac y para Gioja. ¿Por qué? Porque no hay ningún sucesor evidente, ningún heredero natural. 

Para el senador, es posible que el veinticinqueño Juan Carlos Quiroga Moyano sea el elegido. Pero tiene que correr mucha agua debajo del puente todavía.

Quiroga Moyano es el actual presidente del bloque de diputados del PJ en la Legislatura. Es peronista de toda la vida, por encima del giojismo y del uñaquismo. Viene del interior. En su distrito solamente ha ganado elecciones.

El pocitano Fabián Aballay está prácticamente descartado, porque su condición de intendente lo condiciona mucho en la relación con el gobernador Marcelo Orrego. Pero, a la vista está, toda conjetura es transitoria. Lo que hoy no es, tal vez mañana sí.

El giojismo tiene sus propios nombres en la palestra: Leonardo Gioja y Facundo Perrone, solo por mencionar dos figuras. Aparte están las mujeres de uno y otro lado. 

Eso sí, hay una idea ampliamente compartida. Del próximo presidente partidario todos esperan una cosa: que no haga sombra. Es decir, que nadie se sienta amenazado en sus aspiraciones para 2025 ni para 2027.

Conducir el PJ significa manejar la botonera para el armado y la presentación de listas. Y si bien eso nunca fue garantía de victoria, siempre aseguró un piso elevado de votos. Ningún dirigente con vocación de candidatura podría despreciar semejante plataforma de lanzamiento.

Por lo tanto, si llegara a la presidencia algún referente con proyección electoral, jugaría con ventaja frente a los eventuales rivales peronistas. Salir de una interna feroz para embarcarse en otra no está en los planes de nadie. Al menos por ahora.

El lunes 19 de febrero Uñac reunió a sus intendentes y sobrevoló la idea de un operativo clamor, para continuar al frente del PJ. Así lo confirmaron dos fuentes justicialistas muy cercanas al ex gobernador. Pero él mismo dio de baja esas expectativas. 

Es cierto que no hay otro referente mejor posicionado, pero cualquier jugada suya en ese sentido hubiera despertado la reacción de Gioja. Hubiera significado extender la misma disputa que vienen sosteniendo hace al menos ocho años. Hubiera sido extenuante.

Entonces Uñac llamó a Gioja por teléfono. Le dijo que tenía que convocar al Consejo del PJ porque vencen los mandatos. A Gioja no le gustó el apuro. Le pidió que siga un tiempo más. No habría que interpretar la propuesta como un acto de generosidad. Fue una medida de emergencia.

Ambos entienden que el país transita por una coyuntura crítica desde lo político, lo económico y lo social. No están dadas las condiciones para enfrascarse en una pelea de esta naturaleza. Lo ideal sería avanzar hacia una lista de unidad. Pero esa conformación es todavía un papel en blanco.

Por lo tanto, tuvieron que acordar. Aunque sea lo mínimo e indispensable para no terminar de destruirse mutuamente. Las operaciones se extendieron hacia los departamentos, porque cualquier disputa territorial podía meter ruido. Cualquier dirigente enojado con la conducción de su distrito podía oponerse a la prórroga de mandatos. Hubiera provocado una reacción en cadena.

Desde la oficina de Uñac se desplegó una intensa logística para aceitar hasta el engranaje más pequeño. Los chimberos acompañaron. La presencia de la intendenta Daniela Rodríguez como vicepresidenta del PJ representó el consentimiento de Fabián Gramajo. Sin embargo, quedó un cabo suelto.

Emilio Baistrocchi fue la voz discordante. Su distanciamiento de Uñac parece irreversible. El ex intendente de Capital quedó en soledad al exigir la convocatoria inmediata a elecciones partidarias. Ya no integra el uñaquismo. Mucho menos el giojismo. 

Una vez más, los ex gobernadores demostraron que siguen dominando la vida interna del peronismo. Y que cuando las papas queman, puede más la necesidad que los rencores.


JAQUE MATE