El bloquismo, entre Orrego y la nostalgia por CFK
La cúpula estrecha lazos con el gobierno provincial. Está prácticamente disuelto el compromiso con el PJ, pero todavía hay dirigentes que miran con afecto a Cristina.
Si fuera solo la ex diputada nacional Graciela Caselles la que expresa cierta nostalgia por los tiempos de Cristina, sería casi anecdótico. Un elemento aislado. Pero no es así. No es una ocurrencia suya ni se le escapó una frase suelta. Hay todo un sector interno que sigue abrigando la expectativa de que vuelva el péndulo de la historia.
Según una alta fuente, uno de los más entusiastas es el ex intendente y actual diputado departamental por Zonda, Miguel Atampiz. Ya lo escucharon decir que a fin de año vendrá 'el clamor por Cristina'. El presidente Javier Milei se encargó de alimentar esa polarización, anulando a cualquier otro.
El problema del bloquismo es que su incomodidad con Milei choca con su excelente sintonía con Marcelo Orrego. El presidente del partido de la estrella, Luis Rueda, puso a disposición del gobernador los tres votos en la Legislatura. Están acompañando con notable compromiso. Por supuesto, detrás de ese alineamiento existe la proyección de un entendimiento para 2025.
Estar junto a Orrego en las legislativas del año próximo puede significar, también, estar con los libertarios. Como ya se dijo en esta columna la semana pasada, Producción y Trabajo empezó a barajar la posibilidad de acordar con La Libertad Avanza. El escenario tiende a dividirse en mitades. Hasta Mauricio Macri está hablando de una alianza con Milei.
Más allá de las deliberaciones de Orrego, hay un dato seguro: nunca se anotará con el PJ de Cristina. Construyó su base electoral en torno a su férrea oposición al kirchnerismo. No podría desdecirse.
Entonces, para los bloquistas, la encrucijada es la siguiente: acordar con Orrego y digerir a Milei porque viene en el combo, o esperar a Cristina y volver a entenderse con los compañeros justicialistas. Esto último no será fácil tampoco.
El repentino alineamiento de Rueda con Orrego en la Legislatura le costó varios choques con sus ex aliados uñaquistas. A viva voz lo tildaron de desleal, cuando las votaciones se volvieron ajustadas y el bloquismo fue clave para dar vuelta la mayoría a favor del oficialismo de turno. Pasó, por ejemplo, durante el debate por el RIGI.
Pero la política es el arte de lo posible. Peores peleas se han disimulado cuando apareció un interés mayor. Para ejemplo, basta recordar cuando Cristina lo eligió a Alberto Fernández como candidato presidencial, dejando en el pasado la catarata de acusaciones que el ex jefe de Gabinete le había dedicado.
Desde los tiempos de Federico Cantoni, pasando por Leopoldo Bravo, el bloquismo se jactó de su pragmatismo. Siempre tuvo la habilidad de entenderse con el poder de turno, sea peronista, alfonsinista, menemista, delarruísta o kirchnerista. Incluso con los gobiernos militares. Con Milei también hubo intentos de diálogo, a través del diputado José Peluc, pero evidentemente no llegaron a nada.
En cambio con Orrego sí tuvieron respuesta. Los votos que Rueda puso a disposición de Producción y Trabajo en el recinto legislativo fueron el correlato de esa amistad incipiente. Hasta Caselles reconoció que su fundación, que trabaja en causas vinculadas a la mujer y a las personas con discapacidad, recibió la contención del Ministerio de Familia y Desarrollo Humano, que conduce Carlos Platero.
Estas buenas vibraciones, que son recíprocas, allanan el camino para confluir en un frente electoral el año que viene, en ocasión de las legislativas de mitad de mandato. Orrego necesitará todo lo que pueda sumar y el bloquismo le ofrece estructura en los 19 departamentos. No es poco en tiempos de campaña, aunque las reglas hayan cambiado, aunque debute la boleta única y aunque la militancia haya migrado a las redes sociales.
'Ahora nos toca abrir los brazos y convocar a todos', reflexionó hace algunos días un importante referente municipalista del orreguismo. En esa línea, el bloquismo tendría su lugar para acompañar en 2025, con la mirada puesta en el 2027 fundamentalmente. Ese camino significaría, con seguridad, defender al menos algunas de las políticas libertarias. Y rechazar al kirchnerismo que militaron los últimos 20 años.
Algunos dirigentes están ávidos de pegar ese volantazo definitivo. La ex vicepresidenta partidaria, Laura Adámoli, encarna esta repulsión a Cristina.
Otros, como Caselles, no se resignan a desconocer de dónde vienen. Y ella no está sola tampoco. Falta bastante para tomar la decisión. Pero falta cada vez menos.
JAQUE MATE