Cada vez que el presidente del Partido Bloquista, Luis Rueda, tuvo que ponerle el pecho a la ingrata realidad argentina, terminó defendiendo el gobierno de Alberto Fernández. Desafió a sus correligionarios a que digan qué opositor tiene una mejor propuesta, partiendo del resultado dramático del macrismo. Pero es un tema no resuelto y los problemas de la gestión empiezan a crujir en el seno del Comité Central.

Sin empacho, Alejandro Bravo dijo este miércoles en Banda Ancha que el presidente Fernández 'no encuentra el rumbo'. Así nomás. Como si se tratara de un dirigente de la oposición. Coincidió con lo que había manifestado el año pasado su cuñada y actual vicepresidenta del bloquismo, Laura Adámoli, otra referente muy alejada del justicialismo albertista. Ni qué decir, del peronismo cristinista.

El hijo menor de Don Leopoldo es actualmente vocal en el Instituto Provincial de Exploraciones y Explotaciones Mineras o IPEEM. Es el organismo que maneja las áreas concesionadas a las empresas para eventualmente entrar en producción. Fue designado como representante del bloquismo, como segunda minoría parlamentaria. Por lo tanto, ocupa un lugar importante. No es un militante más. La herencia familiar pesa.

Desde ese lugar, Bravo enfatizó el contexto nacional complejo y sostuvo que el presidente 'no encuentra el rumbo'. Pero a eso le sumó una crítica abierta a las diferencias internas del PJ nacional, que inciden en el desempeño del gobierno. Básicamente, las tensiones entre Alberto y Cristina Fernández de Kirchner. 

El bloquismo no está discutiendo su alineamiento nacional por estos días porque, claramente, es un asunto incómodo. Ese debate encontrará posiciones irreconciliables. Por un lado estarán Rueda y un grupo de dirigentes como el diputado chimbero Andrés Chanampa, como férreos defensores del Frente de Todos. El combo incluye lo nacional. Por otro lado estarán Bravo, Adámoli y otros que fueron repatriados luego de algunos años de exilio, con el compromiso de garantizar la convivencia aún en la discrepancia.

La pregunta es ¿hasta cuándo podrán posponer este debate? Rueda confía en que los comités departamentales lo acompañan y que, llegado el momento, se impondrá una mayoría pragmática. Porque, si de algo sabe el bloquismo, es de pragmatismo. Don Leopoldo lo fue a lo largo de toda su trayectoria. Supo hacer a un lado los fanatismos para generar los acuerdos posibles. Aún a costa de resignar pretensiones. Así se gestó la candidatura a gobernador de Carlos Enrique Gómez Centurión en 1987. No era un bravista, en absoluto. Valga el antecedente histórico para graficar el ADN bloquista.

Tal vez por esa tradición pragmática, Alejandro Bravo reconoció que el esfuerzo está puesto en lo provincial más que en lo nacional. Cuentan con que el gobernador Sergio Uñac desdoble las elecciones, despegándose de los avatares de la Casa Rosada, para focalizarse plenamente en San Juan. Sin embargo, todos saben que el clima electoral indefectiblemente estará marcado por la suerte de Alberto y su gestión. ¿Llegará eventualmente la hora de despegarse de Nación? ¿Bastará la consigna de provincializar para zafar del desgaste?

Son preguntas incómodas que nadie se atreve a hacer de la puerta para afuera, pero en las reuniones reservadas son tema de conversación habitual. Algunos, los más optimistas, todavía apuestan a que la recuperación económica de la macro empiece a sentirse en la micro. Es decir, que la bonanza de las exportaciones permita estabilizar las variables domésticas. Pero también están los pesimistas. Los que temen que la inflación, por ejemplo, se espiralice aún más de lo que ya está sucediendo.

En cualquier caso, nadie tiene la bola de cristal. Para el bloquismo lo más cómodo, o lo más viable por estas horas, es posponer el debate todo lo que sea posible, porque cuando llegue la hora será una confrontación áspera. E inevitable.

El pacto bloquista-justicialista se remonta a 2003, cuando Leopoldo Alfredo Bravo selló una alianza política con José Luis Gioja y, por lo tanto, también con Néstor Kirchner como candidato presidencial. Ese entendimiento se prolongó a lo largo de los años a punto tal que en 2007 llegó Graciela Caselles al Congreso con el sello del Frente para la Victoria. En 2023 culminará su cuarto mandato consecutivo como diputada nacional, 16 años ininterrumpidos asociados al PJ.

Rueda no visualiza una ruptura el año que viene, bajo ningún concepto. Su relación política con Uñac es la garantía de continuidad, sea cual fuere el escenario que se presente. 

El año pasado existió la posibilidad de que el bloquismo presentara candidatos a diputados nacionales en lista independiente y compitiera con la lista justicialista en primarias, pero finalmente se amalgamó una nómina de unidad. A la postre, hoy Rueda es el suplente inmediato de Walberto Allende en caso de vacancia. Lo será hasta el 2025.

El año que viene también tendrán que tomar posición a la hora de las presidenciales, más allá de que Uñac desdoble el calendario provincial. Los bloquistas tendrán que resolver nuevamente si acompañan a una figura nacional del PJ. Porque, pegada a la boleta de presidente y vice vendrán las listas de senadores y de diputados. Caselles ya no estará y su banca quedará liberada ¿para otra figura del partido de la estrella?

Por primera vez en 16 años el bloquismo correrá el riesgo de quedarse sin representación en el Parlamento Nacional. Renovar ese escaño resultará vital al momento de decidir estratégicamente. Sea con Alberto o con cualquier otro. Vienen tiempos de deliberación. Ya se escucha cómo cruje el comité de Mitre y Alem.


JAQUE MATE