No necesariamente piensa en sí mismo Sergio Uñac cuando reclama que un gobernador integre la fórmula presidencial del Frente de Todos en 2023. Es consciente de que antes de ensayar un salto de esa magnitud, primero debería ganar con holgura las elecciones del 14 de mayo. Recién entonces podría entrar en la compulsa con otros colegas. Tantas condicionalidades imponen moverse con máximo recato.

Sin embargo, el fin de semana posterior al renunciamiento de Alberto Fernández hubo línea caliente en todo el arco político. El gobernador no fue ajeno a esa carrera de especulaciones.

Este lunes respondió con un ademán y una sonrisa ante la pregunta periodística en Banda Ancha: ¿y si le vienen a golpear la puerta aquí, a San Juan? 'Yo tengo obligaciones el 14 de mayo', contestó el gobernador. Pudo adivinarse que se contuvo para no decir nada más. Hubiera sido inconveniente.

Siempre le sedujo la idea de jugarse una chance en las ligas mayores. Pero la política impone medir oportunidades. Y el panorama es todavía muy borroso.

Uñac mencionó a los dos gobernadores que llegaron a la Casa Rosada desde el retorno de la democracia: el riojano Carlos Menem y el santacruceño Néstor Kirchner. Tenía fresco el recuerdo de ambos, como si hubiera tomado apuntes con bastante antelación para usar este antecedente cuando llegara el momento indicado.

Con Alberto fuera de competencia, el oficialismo entrará en una espiral de operaciones políticas a gran escala para intentar retener el poder en una de las peores crisis de las que tenga memoria el argentino promedio. Los gobernadores saldrán a marcar territorio frente a la hegemonía rioplatense. 

'Podés compartir o no. Pero Menem y Kirchner tuvieron gestiones que se desarrollaron con firmeza', advirtió Uñac. Ese liderazgo parece imprescindible para la gestión que venga. Argentina no admite más marchas y contramarchas.

El precio de la indecisión y la interna liberada ha sido demasiado elevado. A Fernández le costó la reelección. Al peronismo, el riesgo de entregarle otra vez la Casa Rosada a la oposición. Al país, una inflación inaceptable de tres dígitos y una corrida cambiaria con olor a golpe de mercado.

Uñac destacó que tanto Menem como Kirchner -comparación ofensiva tanto para unos como para otros- 'tenían una visión global del país'. Ambos 'sabían que el país se construye desde el interior hacia la Capital, no viceversa'.

Mencionarlos a ambos, al riojano y al santacruceño, ¿fue solamente un repaso histórico? ¿O fue un llamado bien explícito a ambas puntas del abanico peronista para saltar la grieta entre centroderecha y centroizquierda montado en el federalismo?

Es evidente que Uñac pretende desde ahora construir un puente que pueda unificar a la liga de gobernadores peronistas independientemente de las simpatías nacionales que tenga cada uno: si está más cerca o más lejos de Cristina.

Es un lugar común, pero hay que reiterarlo para despejar dudas: Uñac nunca fue kirchnerista. No lo fue cuando ejercía la Intendencia de Pocito, ni cuando fue vice de José Luis Gioja. Mucho menos cuando llegó a la Gobernación y tuvo que convivir con Mauricio Macri presidente. 

De hecho, sus compañeros peronistas más afines a Cristina le achacaron cada votación en el Congreso que le facilitó la gestión a Cambiemos. El pago a los fondos buitres, por ejemplo.

Pero nunca perdió el vínculo con La Cámpora tampoco. Conservó la cordialidad con el brazo político de Máximo Kirchner a punto tal que facilitó las designaciones de Pablo Ruiz en ANSES y Juan García Espinoza en PAMI.

Los dos habían rechazado involucrarse en la interna del PJ local de marzo de 2020, cuando se enfrentaron Uñac y Gioja. Pero sobre la hora fueron a Casa de Gobierno y se tomaron una foto con el pocitano. Quedó todo dicho.

Uñac también tiene una relación fluida con el ministro del Interior, Wado De Pedro. Sin duda, es el máximo exponente de Cristina en el gabinete. Pero el gobernador sintoniza mejor con el tándem de gobernadores que lidera el cordobés Juan Schiaretti. Las visitas de ida y vuelta han sucedido a la vista de todos y todas.

Entonces está claro cuál es el sendero que elige Uñac. La fortaleza política de las provincias está en el conjunto, no en el juego individual. La clave sería evitar las exclusiones, entendiendo que debe haber espacio para unos y otros: los nostálgicos de Carlos y los de Néstor por igual.

Uñac no se permitiría hacer un análisis tan pormenorizado en público. Seguramente lo tiene y cuente con muchos más elementos para tejer escenarios. Pero no será ahora. San Juan está a tan solo 19 días de ir a las urnas, en un superdomingo donde votarán cinco provincias argentinas. De ese tablero saldrá el ranking que pondrá a cada uno en el lugar que le toque.

El gobernador se juega una parada crucial, que puede dejarlo fuera de carrera en un suspiro. Si pierde las elecciones, difícilmente podrá escalar al ámbito nacional. Y tiene doble chance de caer: frente a su compañero José Luis Gioja y frente a Marcelo Orrego, el emergente de Juntos por el Cambio.

Tan desafiante es esta posta, que si Uñac logra la re-reelección, el batacazo será puesto en valor en la misma proporción. Ganarle a Gioja y a Orrego lo pondrá en situación de tallar la baraja en San Juan y repartir las cartas. 

Paradójicamente, esta metáfora de los naipes es de Gioja. Pocos conocen las reglas de la política como él.


JAQUE MATE