Los bloquistas que tienen alguna aspiración en Capital para 2023 empezaron a reunirse el viernes pasado y lo seguirán haciendo semanalmente en el Comité Central. Al cónclave asistieron desde Alejandro Bravo hasta Graciela Caselles, Darío Maratta, Walbdino Acosta Zapata y Alfredo Nardi. Solo faltó Laura Adámoli porque estaba en Buenos Aires. El encuentro tuvo varios ribetes, pero uno en particular: le pidieron al presidente Luis Rueda llevar desde candidato a gobernador para abajo, sin omitir ninguna categoría.

Para Rueda no es ni será una decisión sencilla. Todos los dedos partidarios lo están apuntando, pidiéndole que encabece, que exponga su figura, entendiendo que es el más instalado por el lugar que ocupa y porque ya tiene encima dos campañas como candidato a diputado nacional. Pero el renovado fervor bloquista tendrá que pasar por un filtro específico: la evaluación de costos y beneficios, la valoración del momento histórico. En síntesis, la conveniencia.

Rueda tiene una responsabilidad mayúscula. O varias. La primera de todas es sostener un partido histórico, más que centenario, que sigue siendo el socio dilecto del Partido Justicialista en el Frente de Todos. Los herederos de Don Federico Cantoni y Don Leopoldo Bravo han encontrado su lugar dentro de la coalición de gobierno. 

Seguramente nunca pudieron satisfacer la totalidad de sus expectativas. Nunca tuvieron acceso a un ministerio, sin ir más lejos. Pero mantuvieron su bancada propia en la Legislatura, la representación en el Congreso Nacional y en todos los concejos deliberantes, más allá de las tres intendencias que hoy administran: Iglesia, Zonda y Angaco.

Para los históricos, esta cuota módica de poder tiene gusto a poco. Añoran las épocas de hegemonía bloquista, cuando el partido confrontaba descarnadamente con el PJ. Esa facción interna que difícilmente digiere el acuerdo con el peronismo es la que primero promovió un acuerdo con Roberto Basualdo y después con Marcelo Orrego. Varios de ellos se reconciliaron con la conducción partidaria cuando Caselles le dejó la presidencia a Rueda. Pero vuelve a sentirse la ebullición interna que pide recuperar autonomía.

Entre las relaciones carnales y el divorcio, el nuevo sistema electoral SIPAD ofreció una salida intermedia. El bloquismo podría presentar desde candidato a gobernador hasta lista de diputados proporcionales y departamentales, intendentes y concejales. Volver a imprimir la estrella en la boleta. Sumarse luego en el escrutinio con los candidatos del peronismo pero por primera vez desde 2007 mostrar cuántos votos tienen. Cuánto valen en ese matrimonio que acordaron José Luis Gioja y Leopoldo Alfredo Bravo y que se prolongó hasta la actualidad.

Son precisamente los bloquistas más ariscos al acuerdo con el PJ los que están motorizando la iniciativa de competir con lista propia y pura. Son los que le están pidiendo a Rueda que encabece, que eventualmente confronte con el mismísimo Sergio Uñac y con Gioja, si es que ambos finalmente se anotan en la contienda de 2023.

Rueda les contestó como debe contestar: se verá más adelante. No podría jamás embarcarse en una quijotada semejante con tanta anticipación. Es cierto que por primera vez hay reglas claras de juego para el año que viene. Pero el escenario todavía está muy difuso. Sin ir más lejos, tiene que definirse Uñac. Tan determinante será que decida competir como que decida no hacerlo.

Incluso en entrevista con micrófonos y cámaras encendidas Rueda ha reconocido que él apoyaría una nueva reelección de Uñac. Esa declaración política debería ponerle paños fríos a la presión bloquista interna. Pero el regreso de los que alguna vez fueron disidentes hoy aviva el debate en el Comité Central de calle Mitre. No plantean ruptura, como antaño. No los ofende tanto el entendimiento con el PJ, pero reclaman recuperar la identidad.

Curiosamente los ex disidentes hoy repatriados comparten ese punto de vista con Caselles, a quien resistieron abiertamente cuando fue la conductora del bloquismo. La hermana menor de Javier también está militando la autonomía y fue una de las primeras en anotarse para competir en Capital. Lo hizo en tono desafiante, trabando desde el arranque un acuerdo con el Frente Renovador vía Sergio Massa y Franco Aranda.

Caselles no es la única en carrera, como ya se dijo. Por eso la reunión del pasado viernes en el Comité Central tuvo tan variada participación. Hay dirigentes capitalinos que no quieren saber nada con su postulación, pero aceptan que tiene el derecho de participar. Para Rueda, ese es el problema menor.

El subsecretario de la Unidad Gobernación se convirtió en la mano derecha de Uñac desde el mandato como vicegobernador entre 2011 y 2015. Desde ese cargo de tercera línea, Rueda construyó poder. Lo hizo a punto tal de incomodar a un sector del peronismo que nunca terminó de digerir que un bloquista fuera el filtro regulador para acceder a Sergio.

Es un secreto a voces, apenas disimulado. Hoy el sistema electoral SIPAD facilita que los justicialistas -algunos de ellos- estén desafiando elegantemente al bloquismo para que presente un sublema o subagrupación propia. En esa línea se pronunciaron el diputado nacional Walberto Allende y el ministro de Gobierno, Alberto Hensel, por ejemplo. Ambos dijeron que el bloquismo debería jugar con lista aparte.

Tras bambalinas, eso significa que quieren ver cuánto peso conserva el partido de la estrella en el cuarto oscuro. Si los espacios cedidos en los gobiernos de Gioja y Uñac al bloquismo fueron merecidos o inmerecidos. Específicamente, si hubo una generosidad injustificada de parte del peronismo para los aliados. Si pagaron de más.

El dilema de Rueda se sintetiza entonces entre desnudar al bloquismo ahora o esperar hasta 2027. Podrán presentar listas en los 19 departamentos, testear votos en ese primer escalón. Acordar espacios en la Legislatura como vinieron haciendo hasta ahora. Acompañar otra gestión de Uñac, si finalmente sucediera. No todos lo ven de ese modo. El matrimonio bloquista-justicialista atraviesa una crisis.


JAQUE MATE