Se habrán tomado la cabeza con las dos manos en el búnker del Frente de Todos, en San Juan, el pasado fin de semana extra large. Finalmente pasó lo que algunos temían: cayó como peludo de regalo otro error no forzado desde Buenos Aires, que habrá que sortear con mucha cintura, en pleno tiempo de descuento para las elecciones del 14 de noviembre. En la contraparte, Juntos por el Cambio pudo subirse rápidamente a esa equivocación para retomar envión después del sacudón de la semana anterior, cuando Marcelo Orrego y Eduardo Cáceres cayeron en desgracia por no dar quórum para tratar la ley de jubilación anticipada vitivinícola.

Los dos legisladores del macrismo tuvieron que poner el cuerpo en nombre del combate al kirchnerismo, adherir obedientemente al mandato nacional y no bajar al recinto. Pagar el costo político en San Juan, al mismo tiempo. Sin embargo, el ministro de Seguridad de Nación, Aníbal Fernández, les iba a dar revancha al poco andar. Flaco favor para la campaña de Sergio Uñac. Dulce bocado para alimentar el aparato tuitero de Juntos por el Cambio. Nadie puede alegar su propia torpeza.

Para quien se haya quedado al margen del episodio, vale un rápido repaso de los hechos. El viernes 8 de octubre el humorista gráfico del diario La Nación, Nik, posteó uno de sus habituales tuits con una crítica al gobierno de Alberto Fernández. Nada nuevo por cierto. Cuestionó el reparto de heladeras, garrafas, viajes de egresados y profetizó una derrota para el Frente de Todos en la general de noviembre. La publicación no hubiera tenido mayor trascendencia de no haber intervenido el ministro de Seguridad.

Unas 48 horas después, el domingo por la tarde, Aníbal le contestó a Nik. A través de la red social del pajarito, el funcionario escribió que muchas escuelas y colegios de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires reciben subsidios del Estado, como los que el humorista critica en esta ocasión. Hasta ahí hubiera sido suficiente. Pero se excedió. Puso como ejemplo la escuela ORT, que es precisamente a donde asisten las hijas del autor de Gaturro.

Nik se dio por amenazado. Interpretó que el ministro de Seguridad de Nación le hizo saber que conoce a dónde asisten sus hijas. Lo que vino a continuación fue un efecto cadena. Repudios por el ataque a la libertad de expresión y vualá: error no forzado, peludo de regalo.

Después Aníbal pidió disculpas. Hubo militantes que denunciaron la fabricación de un episodio montado específicamente para dañar la imagen del gobierno. Que no tuvo tono de amenaza. Que sí lo tuvo. A esta altura es secundario. Juntos por el Cambio reaccionó con una maquinaria aceitada, al unísono. También Orrego y sus candidatos sanjuaninos. A coro repudiaron la actitud del ministro albertista y demandaron acciones enérgicas de la Casa Rosada. Era obvio lo que vendría después.

Entonces, huelgan las aclaraciones. Aníbal se puso a contestarle a un caricaturista que tiene ascendencia entre quienes lo siguen. Difícilmente surja de Twitter un debate fértil y profundo acerca del destino de los subsidios del Estado. ¿Qué sentido tiene? Pareció pura bravuconería. Un acto de insensatez.

También fue un porteñismo absurdo, de esos que florecen producto del microclima que sufren algunos por exceso de Obelisco. Aníbal se encargó de magnificar la opinión de Nik, que tiene su público, sus seguidores. Le posibilitó amplificar la voz al humorista. Subirlo al podio de los trending topics. Luego, también se puso a sí mismo en el rol de villano. Dirán desde el oficialismo que hubo un flagrante oportunismo de los grupos mediáticos hegemónicos. En todo caso, seguirá siendo un pataleo inútil frente al error propio.

Mientras tanto, siga-siga. Sergio Uñac desplegó una intensa agenda de campaña con tonada local durante todo el fin de semana. Tuvo mucho contacto cara a cara con dirigentes y vecinos de distintos departamentos. La flexibilización del distanciamiento sirvió para retomar la vieja tradición política. Las redes sociales no son el campo del peronismo. Nunca lo fueron.

En eso, está mucho, muchísimo mejor aceitado el macrismo. Desde Orrego para abajo funcionó con precisión el dispositivo de repudio a Aníbal. No cuesta imaginarse que el tema habrá funcionado como palanca para las caminatas del santaluceño y los suyos. Si está servido en bandeja, solo resta servirse. Hacer campaña con las hilachas que ofrece el oficialismo, a pedir de boca de la oposición.

'Juro que no sabía que en San Juan sembraban boludos', tuiteó Alberto Fernández -no Aníbal- el 12 de diciembre de 2016, mucho antes de amigarse con Cristina y muchísimo antes de llegar a la Casa Rosada. Fue en el marco de otro picoteo estéril con algún anónimo de la red social. Evidententemente el cultivo de estupideces no es privativo de esta modesta provincia cuyana. También hay buena cosecha allá donde atiende Dios.

Claro que aquel Alberto no es el mismo. Hoy, antes que Alberto es el presidente de la Nación. Como Aníbal es, antes que nada, ministro de Seguridad de la Nación y no debiera permitirse dar pasos en falso. Que pregunte en San Juan cómo caen los errores no forzados a un mes de las elecciones. Como peludo de regalo.


JAQUE MATE