Si quedaba alguna duda, el tuit de Cristina contra el nuevo aumento autorizado a las prepagas por el gobierno de Alberto dejó plena certeza de que las diferencias internas están más vigentes que nunca. El atentado contra la vicepresidenta el 1 de septiembre unificó circunstancialmente a toda la coalición, pero el efecto político de aquello tiende a diluirse gradualmente. Esta división, no obstante, podría ser la mejor carta del peronismo para 2023. Aunque suene disparatado.

Un interbloque minúsculo denominado Provincias Unidas, liderado por el rionegrino Luis Di Giacomo, formalizó este miércoles el amague que venían haciendo los gobernadores hace meses. Es decir, presentó un proyecto de ley para eliminar las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias en 2023, con el justificativo de ahorrar recursos y destinarlos a fines nobles, como la discapacidad.

Aliados del Frente de Todos, los diputados de Provincias Unidas en realidad hicieron punta en un asunto que venía rodando hace meses. Era tema dentro de la Liga de Gobernadores Justicialistas, a donde el sanjuanino Sergio Uñac llevó la inquietud luego de que San Juan hiciera punta en la derogación del sistema de doble votación. Hoy esta provincia es uno de los antecedentes obligatorios del debate que vendrá en el Congreso Nacional.

Hay dos argumentos reiterados para desarmar el sistema electoral vigente desde 2009. El primero es el económico. No están dadas las cosas para que el Estado haga una erogación superior a los 20.000 millones de pesos. Ese es el cálculo estimativo del costo que tendría la realización de las primarias el año próximo. 

Pero hay también una justificación política, reconociendo que la mayoría de los partidos y frentes electorales vaciaron de sentido a las PASO. Las redujeron a una gran encuesta para votar exactamente lo mismo en agosto que en octubre. Si las alianzas juegan siempre con listas de unidad, entonces no habría razón para mover a toda una Nación no habiendo nada por definir.

Estos son los argumentos formales para promover la eliminación de las primarias. Sin embargo, hay otras razones inconfesables de carácter estratégico. Juntos por el Cambio, que en boca del mismísimo Mauricio Macri quería barrer las PASO en 2017 y 2019 por inútiles, hoy necesita más que nunca ese sistema para resolver su interna feroz.

El PRO tiene al menos dos corrientes fuertes enfrentadas, una liderada por Horacio Rodríguez Larreta y otra por Patricia Bullrich, las palomas y los halcones respectivamente. Los roces entre ambos han sido públicos, sin el menor intento de disimulo.

A la par del PRO está la UCR, con un par de figuras: el gobernador jujeño Gerardo Morales y el diputado nacional bonaerense Facundo Manes. Ambos están por debajo de Larreta y Bullrich en intención de voto, coinciden los encuestadores. Pero el radicalismo tiene mayor despliegue territorial que el partido amarillo.

La primaria le permitiría a Juntos por el Cambio abrir la competencia para que jueguen todos, que gane el mejor y el resto se sume en la general. Salvo que se provoquen alguna herida demasiado dolorosa, podrán confluir macristas, radicales y lilitos para darle pelea al Frente de Todos en su momento de mayor debilidad. 

Pero si las PASO desaparecieran, la unidad se vería seriamente amenazada. La división le podría costar más a Juntos por el Cambio que al Frente de Todos. Aunque suene disparatado, hay un antecedente que vienen citando algunos operadores políticos hace tiempo para explicar el razonamiento. Hay que remontarse a la diáspora de 2003, cuando Néstor Kirchner llegó al poder con magros 22 puntos.

Sin primarias hubo un ramillete de candidatos peronistas y radicales, todos en la elección general, que se terminaron repartiendo un puñadito de votos cada uno. Terminó primero Carlos Menem, que alcanzó 24 puntos. Segundo quedó Kirchner con 22 puntos. Ellos dos debían definir en balotaje, pero el riojano se bajó entendiendo que había alcanzado su techo. En conclusión, el patagónico asumió el 25 de mayo de 2003 con un nivel de acompañamiento mínimo. Luego en el ejercicio del poder construyó su popularidad.

Menem con 24 puntos y Kirchner 22 encabezaron el score del 27 de abril hace casi 20 años. Tercero quedó Ricardo López Murphy con 16 puntos, cuarto Adolfo Rodríguez Saá con 14, casi empatado con Lilita Carrió que también llegó a los 14 puntos. Hubo otros cuatro candidatos presidenciales abajo: Leopoldo Moreau, Patricia Walsh, Alfredo Bravo y Jorge Altamira. ¡En total hubo 9 fórmulas en competencia!

Aquella dispersión posibilitó que los primeros puestos del podio pudieran ser alcanzados con casi nada. El mejor ejemplo fue el de Menem. Con una altísima imagen negativa se consagró primero. Y Kirchner terminó presidente con un puñado de votos que hoy no le permitirían acceder al poder.

Por supuesto aquel era otro contexto. Había pasado muy poco tiempo desde el estallido de 2001 y el 'que se vayan todos'. La política había caído en el peor descrédito. Sin embargo, hay quienes trazan alguna semejanza con el desencanto de 2022 que difícilmente pudiera revertirse en 2023.

Puede que el proyecto del interbloque Provincias Unidas no prospere en el Congreso Nacional. Que quede boyando en alguna comisión. Ciertamente era el primer paso necesario para pasar del lobby hablado a la acción concreta. Ahora dependerá de construir los consensos parlamentarios.

Alberto Fernández ha dicho que sigue apostando por el sistema electoral de primarias, mientras Máximo Kirchner intentó abrirse del debate cuando fue entrevistado días atrás por Roberto Navarro. Dijo que no es un tema central. Pero también dijo que no cree que Cristina sea candidata el año que viene. Y todo esto, se sabe, puede cambiar de la noche a la mañana.

La postura de los gobernadores está cantada. Al menos de la mayoría, incluido Uñac por supuesto. La eliminación de las PASO es más que nunca una alternativa tangible. Créase o no, la división puede ser la mejor carta del peronismo. La propia, pero fundamentalmente la ajena, la de Juntos por el Cambio.


JAQUE MATE