Le tocó a Sergio Uñac sentarse justo al lado del único legislador que le dio la espalda al presidente Javier Milei el viernes por la noche, durante el discurso de apertura de sesiones. La imagen viral sintetizó el momento incómodo que atraviesa el peronismo, que no termina de ponerse de acuerdo en cómo enfrentar la avanzada libertaria. La división latente del PJ se hizo visible en esa foto. Imposible ignorarla.

En la víspera de la ceremonia, los diputados y diputadas del bloque justicialista tuvieron una reunión preparatoria. El kirchnerista Hugo Yasky planteó la cuestión: ¿qué debían hacer cuando Milei empezara a insultarlos? ¿Debían permanecer en el recinto o retirarse? El sanjuanino Walberto Allende inmediatamente se plantó. Le contestó al histórico sindicalista docente de la CTERA que él no iba a moverse de la banca. Que los sanjuaninos lo votaron para estar.

Un testigo directo de esa acalorada conversación reveló los detalles. Junto a Allende estuvo el albertista Santiago Cafiero. El ex ministro de Relaciones Exteriores coincidió con el diputado nuevejulino. Luego otros manifestaron su adhesión. El resultado final fue la postal que se vio: uno solo le dio la espalda al presidente.

Más que una anécdota pintoresca de las miles que ofrece la vida parlamentaria, el episodio reveló las tensiones no resueltas en el peronismo a nivel nacional. Los diputados y senadores sanjuaninos quedaron enhebrados por este mismo problema.

Fuera del Congreso -porque su mandato finalizó el pasado 10 de diciembre- José Luis Gioja comenzó a operar en Buenos Aires. Hace alrededor de 20 días se lo vio compartir un café con el gobernador formoseño, Gildo Insfrán. El tema excluyente fue la reorganización partidaria. El PJ tiene varios asuntos pendientes. Pero uno de los más recurrentes es la convivencia con La Cámpora.

Un legislador del denominado peronismo federal -el que proviene del interior de la Argentina- confesó el malestar porque la organización que lidera Máximo Kirchner se quedó con dos de las tres bancas que le correspondían a Unión por la Patria en la Comisión Bicameral que entenderá en el DNU de Milei. 

O sea, dos lugares para el kirchnerismo -Ana Carolina Gaillard y Vanesa Siley- y el restante para un massista -Ramiro Gutiérrez-. ¿Y el peronismo del interior? Bien, gracias. Le mandan saludos.

Con el inicio del periodo ordinario de sesiones vendrá otra pulseada que dejará en evidencia la falta de consensos internos en el PJ: el reparto de presidencias de comisiones permanentes. Puede parecer un tema menor para el ciudadano promedio. No lo es. Encabezar una comisión implica tener la llave para hacerla funcionar y para activar el tratamiento de un proyecto por encima de otro. Incluso cajonear alguna iniciativa. Significa tener poder.

El viernes, terminado el discurso de Milei, en el bloque justicialista del Congreso reinaba el desconcierto. El presidente ni siquiera los mencionó. 'La oposición son los sindicatos. Nosotros somos una bolsa de gatos', reflexionó en off un legislador al día siguiente.

Efectivamente, Milei apuntó contra los sindicatos en la figura de Roberto Baradel. También se acordó mal de Cristina, de Juan Grabois y de Sergio Massa. Ahí se agotaron los nombres propios. Para el abanico peronista, no figurar en el TEG del presidente, más que un alivio, fue una preocupación.

'Nadie baja una línea del PJ nacional', analizó el mismo diputado justicialista. ¿Dónde se dará el debate interno acerca de coparticipación, régimen de partidos políticos o los temas tributarios que Milei pretende modificar?

La respuesta puede provocar incomodidad: Cristina conserva la centralidad. Y esa posición es la que genera disconfort en el espectro justicialista que quiere desmarcarse del kirchnerismo. Nadie desconoce los atributos políticos de la ex presidenta, pero reorganizar el partido requiere mirar hacia adelante, no hacia atrás. Bueno, en esto último no hay unanimidad tampoco.

'El peronismo no existe, el que existe es el kirchnerismo', dijo con tono de lamentación un reconocido militante histórico.

Los gobernadores se moverán individualmente, de acuerdo a las conversaciones surgidas espontáneamente en los pasillos del Congreso apenas finalizó el mensaje presidencial. El cordobés Martín Llaryora y el pampeano Sergio Ziliotto se detuvieron a intercambiar impresiones con sus ex compañeros de bloque, porque ambos fueron diputados nacionales en el pasado. Salieron muy preocupados. Ya no tienen dónde ajustar.

Se fueron con una 'sensación de incertidumbre', según relató un legislador que estuvo en esa charla con gobernadores, posterior al discurso de Milei. El presidente volvió a desacreditarlos. Reiteró, agresivo, que no les tiene confianza. Entonces, les pidió que firmen un pacto sin consenso. Parece una contradicción, pero no lo es. Significa suscribir la letra como viene.

Quien lo haga será considerado un patriota. Y recibirá, como premio a la obediencia, un alivio fiscal. Quien se atreva a objetar algo, será considerado casta y persona del mal. Opositor ya no a un modelo político sino a las fuerzas del cielo.

Mientras tanto el peronismo, la primera minoría en ambas cámaras, está desorientado. Carente de conducción. Desperdigado. Incapaz siquiera de poner todas las sillas mirando en la misma dirección.


JAQUE MATE