De Eloy Camus se podrían decir muchas cosas, como de hecho se hizo al unísono en los medios de comunicación sanjuaninos este martes al conocerse la triste noticia de su deceso. Pero una anécdota lo pinta de cuerpo entero y refleja su esencia.

Corría el año 2013. Una joven amiga suya, militante de la causa de los DDHH, hija de una desaparecida, vivía otro calvario. Le tocó en carne propia ser víctima de violencia de género. Su ex pareja, padre de sus hijos, la había ido a buscar para golpearla nuevamente, obviando una simbólica orden de restricción perimetral.

Desesperada, ella llamó a Eloy. Veterano y con el físico deteriorado por las batallas peleadas, en evidente inferioridad de condiciones medido contra el agresor, se arremangó y ofreció sus puños. Terminó muy magullado. Ensangrentado. Pero logró ahuyentarlo. Después la acompañó a su amiga a reclamar en la Policía que le tomaran la denuncia y que hicieran algo. Eran tiempos previos a la ola feminista. En las comisarías, todavía, a las víctimas de violencia les preguntaban: '¿y usted qué hizo para enojarlo?'

Fue una batalla más para Eloy, de las tantas que dio a lo largo de su vida, desde muy joven. El episodio relatado aquí tan sintéticamente ayuda a interpretarlo. Siempre estuvo dispuesto a dar pelea, aún sabiéndose en desventaja, venciendo sus propios miedos, tal vez sin medir consecuencias. La causa, por delante. Esta vez, la de su amiga en peligro.

De niño creció jugando alrededor de su abuelo, el ex gobernador Eloy Próspero Camus. El profesor, le decían. Quienes lo conocieron, aseguran que Don Eloy era todo lo opuesto al inquieto Eloy nieto, que se despidió este martes. El histórico dirigente que alumbró a toda una generación justicialista cultivó un temperamento de no confrontación. Eso le permitió refugiar a los perseguidos políticos de la época previa a la dictadura.

Después vino el golpe del 24 de marzo de 1976 y la oscuridad se apoderó del país, de la provincia y también de la familia Camus. A Margarita, la mayor, le tocó la detención y la tortura. A Eloy, su hermano, también. No estuvo preso mucho tiempo, pero sí sintió el terror. Su familia lo instó a que se fuera, en salvaguarda de su propia vida. Le duró poco el exilio de la provincia. Siempre estuvo dispuesto a poner el pellejo.

En los años '90 se enfrentó contra el menemismo, cuando el entonces presidente riojano estaba en la cúspide más alta que un justicialista hubiera alcanzado desde el mismísimo Juan Domingo Perón. En San Juan, junto a Daniel 'Chango' Illanes, fue en contra del poderoso gobernador Jorge Alberto Escobar, ahijado político de Eduardo Menem. Lo denunciaron por peculado, por aquel episodio grabado en video, en el interior de la finca El Fuerte, en Jáchal. Sobrevino el juicio político, la destitución y finalmente la restitución del gobernador por la Corte Suprema, de mayoría menemista.

Estuvo en uno de los frentes de batalla del sanjuaninazo en 1996. Durante esos años lo balearon y lo dejaron en el interior de su viejo Peugeot. Su militancia sindical -trabajaba en el IPV- estuvo signada por esa intensidad.

Pero su causa mayor siempre fue la memoria. Los delitos de lesa humanidad cometidos en San Juan en la última dictadura cívico militar. En el año 2009 publicó la primera complicación de desaparecidos y asesinados por los genocidas en esta provincia. Ese libro de tapas verdes hoy es un documento imprescindible. Tal vez sea el mayor legado del nieto de Don Eloy.

La última piña de Eloy
El libro de Eloy Camus, un documento indispensable

En el año 2012 vino el megajuicio por delitos de lesa humanidad, en el Rectorado de la Universidad Nacional de San Juan. Allí le tocó declarar a Eloy en la causa de su hermana Margarita. Fue la causa de la modelo franco-argentina Marie Anne Erize. Fue la causa de los hermanos José Luis y César Gioja.

Tuvo vaivenes la relación de Eloy con Gioja, pero en los años de Cambiemos se aproximaron. El nieto del profe Camus era un fervoroso defensor de Cristina Fernández de Kirchner. Llegó a emocionarse cuando Máximo renunció a la presidencia del bloque oficialista en Diputados, como forma de rechazar el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. No podía ser de otra manera. Siempre estuvo del mismo lado.

Marchó el 1 de febrero, con su maquinita de diálisis a cuestas, para reclamar la renovación de la Corte Suprema. Se conmovió con la victoria de Gabriel Boric en Chile y alertó por el levantamiento de un sector reaccionario de las fuerzas armadas del vecino país.

Militó personalmente en la campaña de Mónica Coca para el rectorado de la UNSJ. Lamentó profundamente el repentino fallecimiento de la candidata pero tomó el teléfono y activó a sus contactos para garantizarle respaldo a Tadeo Berenguer. La madre de sus hijos, Analía Ponce, completó la fórmula finalmente. Eloy nunca pudo permanecer indiferente.

Con él se fue una parte de la historia de San Juan. Pero dejó la semilla política en sus hijos, particularmente en Eduardo, hoy integrante del movimiento que lidera Juan Grabois a nivel nacional.

El temperamento explosivo de Eloy posiblemente haya sido su defecto más visible. Al mismo tiempo, su cualidad más auténtica. A puño limpio, sin medir consecuencias, se la jugó a fondo. Y eso no abunda.

En la última víspera de Nochebuena, compartió un mensaje de Whatsapp con amigos: 'Que tengas un buen año donde se te cumplan algunas de tus utopías'. Ojalá así sea Eloy. Hasta siempre. HLVS.


JAQUE MATE