Seguramente haya antecedentes mucho más atrás en el tiempo, pero alcanza con retroceder 20 años para reconocer el origen de la grieta bloquista que intentaron remendar a partir del ascenso de Luis Rueda y asoma nuevamente en el umbral de 2023. Curiosamente las diferencias son importadas. Tienen que ver estrictamente con las preferencias nacionales. Cristina fue, es y será la divisoria de aguas.

Dos décadas atrás, sucedió un episodio que en buena medida explica lo que pasó en adelante. Corría 2003 y Eduardo Duhalde había terminado en la Casa Rosada extraordinariamente, por votación de una asamblea legislativa que no lograba sostener a ningún presidente en el poder.

El exgobernador bonaerense pudo encarrilar medianamente la economía quebrada, esencialmente devaluando el peso que había sido atado artificialmente al dólar por la ley de convertibilidad. El que depositó dólares no recibió dólares. Punto.

Duhalde, que en algún momento pudo entusiasmarse con la idea  de continuar pero esta vez con el voto popular, terminó llamando anticipadamente a votar tras la muerte de los militantes sociales Maximiliano Kosteki y Darío Santillán

La recordada masacre de Avellaneda ocurrió el 26 de junio de 2002. Prácticamente de inmediato se activó el aparato electoral para entregarle el poder a un presidente con legitimidad popular.

Los comicios fueron en abril de 2003. En medio del clima de inestabilidad hubo tres candidatos presidenciales justicialistas y otros tantos radicales, también divididos. Por el PJ compitieron Carlos Menem, Adolfo Rodríguez Saá y un gobernador patagónico de apellido difícil: Néstor Kirchner.

Los peronistas se dividieron en tres en todo el país y en San Juan los bloquistas, que habían sido parte de la fallida Alianza, también se repartieron con libertad de acción. 

El reconocido ministro de Economía Enrique Conti juntó militantes para viajar a La Rioja, para apoyar con la estrella bloquista a Menem. El partido sanjuanino histórico estuvo a punto de quedar pegado a esa expresión neoliberal de los '90, pero jugó rápidamente Leopoldo Alfredo Bravo para neutralizar a su amigo Conti.

El hijo mayor de Don Leopoldo volvió presuroso de Moscú, donde ya se desempeñaba como agregado comercial de la embajada argentina. Y se subió al escenario de José Luis Gioja y Néstor Kirchner frente al entonces Hotel Nogaró. Así selló la pertenencia de ese sector bloquista con el naciente Frente para la Victoria.

Mientras tanto, el gobernador Wbaldino Acosta no ocultaba su simpatía por Ricardo López Murhpy. Aquella diáspora sigue teniendo efectos al día de hoy.

Polo Bravo selló un acuerdo político sólido con Gioja y, tras su fallecimiento, Graciela Caselles fue la encargada de sostener el entendimiento. Fue cuando surgieron los bloquistas disidentes, con Conti a la cabeza. El kirchnerismo se tornó inaceptable para ellos. Empezaron a jugar por afuera del partido.

Al concluir su ciclo como presidenta del bloquismo, Caselles le pasó la antorcha a Rueda. Con el ascenso del joven pocitano hubo un regreso de disidentes, que moderaron el rechazo a la alianza con el peronismo. Entre ellos, Alejandro Quinto Bravo.

Evidentemente, esa paz interna, ese clima de concordia, fue transitorio. La vieja grieta bloquista alimentada por los alineamientos nacionales asoma nuevamente en el umbral de 2023. Lo dejó claro el menor de los Bravo este jueves en Banda Ancha.

San Juan tendrá elecciones provinciales desdobladas de las nacionales, de eso ya no caben dudas. El bloquismo tiene algunas cuestiones pendientes para lo local, pero en términos generales hay amplio consenso interno sobre competir con candidatos propios en todos los departamentos. El problema surge con respecto a la votación siguiente, la presidencial.

Bravo dijo en Banda Ancha que el bloquismo debe presentar candidatos a senadores y diputados nacionales propios. Es decir, salirse del acuerdo con el PJ para mechar nombres en una lista de unidad. Con esa metodología Caselles llegó al récord de cuatro mandatos consecutivos como legisladora del Congreso, por ejemplo.

Llevar candidatos a senadores y diputados nacionales en una lista bloquista pura implica elegir, con independencia del PJ, el candidato presidencial que estén dispuestos a apoyar. Bravo fue contundente: debe ser lejos de Cristina Fernández de Kirchner y de Alberto Fernández.

Falta bastante para dar ese debate interno, en términos estrictamente temporales. Primero estará la cuestión provincial. Sin embargo, la aclaración de Bravo a esta altura no fue adelantada caprichosamente. En lo provincial el bloquismo está dispuesto a sellar la continuidad del Frente de Todos. Los disidentes que volvieron están abriendo el paraguas: el acuerdo no puede extenderse automáticamente para el candidato presidencial.

La advertencia de Bravo no fue espontánea sino producto de un movimiento que se viene gestando hace meses. Los disidentes que regresaron al partido vienen marcando su fuerte discrepancia con el gobierno de Alberto y Cristina. Incluso lo hizo abiertamente la vicepresidenta bloquista, Laura Adámoli, en más de una ocasión.

Que quede claro: son posiciones personales pero también representan a un ala interna que buscará por todos los medios desatar al bloquismo de aquel pacto que firmó Polo Bravo con Gioja y Kirchner. 

Rueda sigue sosteniendo el acuerdo. Su relación con Uñac es sólida. Y en lo nacional considera que ningún otro espacio, fuera del Frente de Todos, tiene alguna compatibilidad con el bloquismo cantonista. Ninguna otra alianza, por el momento, le ha ofrecido al bloquismo una participación mayor a la que consiguió aliado al justicialismo.

Pero el debate tendrá que abrirse eventualmente. Y el contexto nacional le pondrá un condimento ineludible. La reactivación macro en términos de producción industrial y la creación de puestos de trabajo en el sector privado que informa el INDEC contrastan con la inflación galopante y la pérdida de poder adquisitivo. La aprobación de gestión de Alberto sigue en niveles mínimos.

Lentamente se eleva el clamor por una candidatura presidencial de Cristina. Lo blanqueó, por ejemplo, el ministro del Interior, Eduardo 'Wado' De Pedro, uno de los referentes más importantes de La Cámpora. Pero también el superministro Sergio Massa se está jugando las chances de coronarse como salvador de un gobierno en picada.

Caselles apostó al Frente Renovador. Bravo prefiere no atarse por ahora a ninguno, porque los disidentes, en el fondo, nunca quisieron saber nada con este gobierno nacional. Apenas disimularon su discrepancia. Ahora, en la vigilia de 2023, habrá chances de tensionar desde adentro. Y revivir la vieja grieta bloquista.


JAQUE MATE