Las piernas de Orrego y las piernas de Milei
Una vieja enseñanza del padre del gobernador electo permite entender sus movimientos políticos. Tal vez sea aplicable al futuro presidente también.
Todavía era intendente de Santa Lucía cuando Marcelo Orrego compartió con un periodista no tan novel pero no tan experimentado, una enseñanza de su papá, Humberto Orrego. Aquella consigna sigue plenamente vigente y permite entender los movimientos del hoy gobernador electo. También podría encauzar el análisis de las acciones del futuro presidente, Javier Milei.
Bienvenida sea la orientación, en medio del desconcierto propio de un traspaso absoluto como no sucedía desde 1999: cambio en lo provincial y cambio en lo nacional al unísono. Con una salvedad. Esta vez, a diferencia de aquella avalancha aliancista que llevó al poder a Alfredo Avelín y a Fernando De la Rúa, gobernador y presidente tendrán colores políticos distintos. Cartón lleno en el bingo de lo novedoso y poco explorado.
Ha pasado tiempo y cuesta anclar la anécdota en el calendario. Orrego transitaba el final de su primer mandato. Por lo tanto, la escena sucedió posiblemente en 2015. El intendente había caído en la canasta de especulaciones. Roberto Basualdo demoraba su confirmación como candidato a gobernador para competir con Sergio Uñac. El senador alentaba el ascenso del santaluceño. Marcelo tenía otros planes.
Antes de pegar el salto a lo provincial, necesitaba ir por otro mandato en Santa Lucía. Ratificar su respaldo territorial. Hacerse fuerte en el municipio, sin precipitar las decisiones. José Luis Gioja dejaba un piso electoral importante y Uñac estaba en la cúspide luego de su gestión municipal en Pocito y su elevado perfil como vicegobernador.
En 2015 cualquier exponente competitivo de Producción y Trabajo sabía que tendría que poner la cabeza para conservar el liderazgo de la oposición. Pero nada más. Las chances de derrotar al justicialismo en la provincia eran remotas. Ni siquiera cuando soplaban vientos de cambio a nivel nacional.
Le tocó a Basualdo nuevamente competir. No hubo sorpresas, perdió contra Uñac. Orrego tuvo razón todo el tiempo. Recién debutó como candidato a gobernador en 2019 y su victoria llegó cuatro años después, en 2023.
¿Cuál fue la enseñanza de su papá, Humberto? Que para descifrar las acciones de un político primero hay que mirarle las piernas. En esta lógica, el día que Marcelo caminara fuera de los límites de Santa Lucía, recién entonces habría comenzado su campaña por la gobernación. Así fue.
Unos ocho años más tarde, aquel GPS sigue explicando los movimientos de Orrego. Solo hay que afinar la mirada y aplicar a rajatabla aquella premisa que reveló sentado en su sillón de intendente, en la planta alta del palacio municipal santaluceño.
A solo 13 días de la asunción, Orrego ya definió un estilo propio para quienes no lo conocían: tiene un círculo de confianza al que escucha, pero termina decidiendo él. Cultiva un liderazgo vertical. Regula los tiempos a conveniencia propia. Si Basualdo no lo pudo persuadir en 2015, ahora que está en la cumbre del poder mucho menos admitirá influencias exógenas.
El anuncio de ministros y ministras a cuentagotas pasó estrictamente por él, a través de dos comunicados institucionales. Nadie, ni siquiera los elegidos, filtraron su confirmación por adelantado. Hubo conjeturas abundantes en redes sociales y medios de comunicación. La mayoría de ellas, fallidas. Este modo de caminar permite conocer el estilo de Orrego. Metafóricamente, habrá que mirarle las piernas.
Ese método de observación podría contribuir para entender a Milei. El libertario pasó del rugido del león en medio de la avenida, al pragmatismo más clásico de la política. Súbitamente algunas propuestas extremas se fueron moderando. La demolición del Banco Central puede esperar un poco. La salida del cepo cambiario también. Los mercados premiaron ese giro hacia el recato.
El corte del financiamiento para la obra pública en las provincias simplemente 'porque no hay', también podría ser revisado. Si Milei abrió espacio en su gabinete para el macrismo duro y para el cordobesismo de Juan Schiaretti, también podrá congeniar con los gobernadores de Juntos por el Cambio. Es cuestión de mirarle las piernas nomás. Parece estar caminando en esa dirección.
Los mandatarios provinciales, entre ellos Orrego, le ofrecieron apoyo al presidente electo para consolidar el cambio que votó la ciudadanía. Pero le reclamaron reciprocidad. La gobernabilidad tendrá que ser de ida y vuelta. Cerrar de golpe el grifo de fondos para infraestructura sería gravísimo en términos económicos y sociales. Milei ya dio muestras de flexibilidad.
En dos domingos comenzará a escribirse esta nueva etapa, pero el prólogo está en pleno desarrollo. La ratificación de Guillermo Francos como ministro del Interior alienta el diálogo con los gobernadores. La injerencia de Mauricio Macri en el gabinete pudo interpretarse como una subordinación de Milei. Pero también pudo ser un gesto de apertura del libertario. Puro pragmatismo de manual.
En cualquier caso, para los caciques provinciales se abren canales de comunicación con viejos conocidos. Entre ellos Patricia Bullrich en el Ministerio de Seguridad. Y, seguramente, Luis Caputo en Economía. El cuadro se completa con la incorporación del schiarettismo en puntos estratégicos como ANSES. Osvaldo Giordano se llama el cordobés que desplazó a Carolina Píparo y que hasta ahora fue ministro de Finanzas de Córdoba.
Al final, el león empezó a convocar a toda la selva. O al menos a una gran parte. Si ese es su modo de caminar, la incertidumbre ya no es tal. Habrá que seguir el consejo de Orrego y mirarle las piernas.
JAQUE MATE