Peronismo chupín, el debate que viene
El malestar por el ajuste le sigue cayendo, en buena medida, al gobierno anterior. En 2025 los candidatos del PJ tendrán dos opciones: hacerse cargo o mirar para el costado.
Peronismo chupín. O peronismo no tan peronista. Esa es la discusión que empieza a brotar muy discretamente entre las sombras, a medida que se acelera el año y se aproxima el 2025 electoral. Tiene fundamento el debate interno: todavía muchos acusan al gobierno anterior por las desgracias del presente, aunque la motosierra sea obra pura de Javier Milei.
El diagnóstico es compartido. Desde el consultor Antonio De Tommaso hasta las altas esferas del gobierno de Marcelo Orrego y los diferentes sectores del PJ manejan la misma información. Prácticamente cuatro de cada diez sanjuaninos responsabiliza a la herencia justicialista por los males de la economía. Esa memoria fresca es el mayor activo político del León. Juega a favor del ajuste libertario. Justifica la asfixia.
Entonces resulta natural que los dirigentes que tienen aspiraciones para el año próximo se interpelen a sí mismos: ¿para ser candidato en 2025 habrá que lavarse un poco la identidad peronista? La otra alternativa sería jugar a fondo. Plantarse con orgullo frente al modelo de derecha y así capitalizar todo el malestar que -ruegan- brotará irremediablemente.
Es la apuesta del chimbero Fabián Gramajo, ya lanzado virtualmente como precandidato a diputado nacional. No lo ha reconocido en público, pero está trabajando políticamente en esa dirección. También lo está haciendo el sanmartiniano Cristian Andino, adosado al flamante presidente partidario, Juan Carlos Quiroga Moyano. Todo, por supuesto, con la aprobación y el aliento de Sergio Uñac.
A diferencia de Andino, Gramajo no fue a buscar la bendición del ex gobernador y actual senador. Sabe que le tocará construir en soledad. Luego, llegada la hora del armado de listas, tendrá más o menos chances según el capital que haya sido capaz de edificar. Por eso está recorriendo cada departamento, cada distrito, febrilmente.
Hay una carrera visible entre ambos: Gramajo y Andino. En cierta medida, se retroalimentan y se complementan. El chimbero va por el voto peronista sin complejos. El sanmartinano, no.
Ahí aparece el concepto que divide aguas: el peronismo chupín. Con cierto tono peyorativo, así llaman los militantes ortodoxos a la versión ligth del movimiento que, en busca del electorado antikirchnerista, intentó apartarse de la estética del bombo y el chori. Entiéndase esta descripción como un estereotipo. Evítese la literalidad, por favor.
Según la encuesta más reciente de la consultora Zuban Córdoba & Asociados, más del 60 por ciento opina que Milei está gobernando para los ricos. Una lectura apresurada podría llevar a conclusiones erradas.
Un dirigente justicialista que tiene amplio despliegue territorial lo sintetizó así: 'Milei ha caído de manera sostenida, pero está mejor que los nuestros. Está por encima de los nuestros. El justificativo sigue siendo Alberto y Cristina'.
Con eso se encuentran los militantes que están caminando la provincia. Por un lado, con un malestar creciente porque la plata no alcanza y no hay manera de disfrazarlo. Pero, por otro lado, con un alto margen de tolerancia residual que favorece al presidente, aun cuando empiece a deteriorarse el fervor inicial.
Una anécdota reciente grafica a la perfección este punto. El viernes pasado, en una visita a Marquesado, Gramajo escuchó el lamento de un adulto mayor. 'Mire lo que nos han hecho con la ley de movilidad, yo soy pensionado, ni a palos llego a fin de mes', se quejó el hombre. El chimbero, en precampaña, le contestó que eso hay que manifestarlo el año que viene en las urnas.
A Gramajo -y a Andino seguramente también- les cabe el reproche por los desaciertos del pasado. El gobierno de Orrego sigue montado en esa herencia peronista kirchnerista que les garantiza un piso elevado: el rechazo al pasado es la mejor carta que pueden jugar los oficialismos, tanto el nacional de Javier como el provincial de Marcelo. En la contraparte, los justicialistas tienen que resolver lo más rápidamente posible cómo enfrentar esa carga.
Gramajo decidió apropiarse del legado sin complejos. 'Yo me hago responsable de lo que hicimos en Chimbas, de la AUH, de las viviendas entregadas, de los derechos reconocidos', contestó la semana pasada en un programa radial. Luego él se encargó de repetirlo en privado. Es decisión tomada: frente a la opción ligth del peronismo, él dará batalla con las banderas clásicas. Con Alberto y Cristina en la mochila, también.
Si esta será la estrategia más acertada o no, solo el tiempo dará la respuesta. Falta que aparezcan más actores en el tablero. Queda mucho camino por recorrer. Y un debate abierto que gira en torno al peronismo chupín.
JAQUE MATE