Las gradas del Palomar cubiertas de público en el debut del rugby después de 18 meses de parálisis fueron un cachetazo. No estaba permitida la presencia de simpatizantes, como nunca lo estuvo en otros deportes como el fútbol en contexto de pandemia. Pero sería injusto señalar en soledad al deporte de la guinda. El fenómeno es bastante más amplio.

Este domingo por la tarde un complejo de canchas de paddle en calle Laprida también lució una aglomeración increíble de personas en su interior. Estaban ahí, a la vista de cualquiera que pasara por la vereda. Sin el menor pudor. Seguramente los ejemplos puedan seguir sumándose.

Lo del rugby fue un tanto más grosero porque se trata de un deporte manchado por la muerte de Fernando Báez Sosa, más la xenofobia y el racismo de algunos Pumas. Afortunadamente el presidente de la Unión Sanjuanina de Rugby, Juan Sansó, optó por hacerse cargo. De inmediato pidió informes a los presidentes de los clubes para ajustar clavijas. Sabe que quedar tan expuestos los pone al límite de que les retiren el tan esperado permiso para volver a la actividad. 

Es así de sencillo: si no son capaces de respetar los protocolos a los que se comprometieron, el Comité Covid 19 tiene atribuciones para bajarles la persiana. Y a seguir guardados hasta nuevo aviso.

Sin embargo las aglomeraciones no son exclusividad de la guinda o los deportes en general. Hay cierto clima de tranquilidad avalado por los números oficiales. La semana comenzó con estadísticas tan bajas como hacía meses no ocurría. Entonces resulta fácil suponer que la peste ya pasó.

El domingo San Juan informó solamente 21 casos nuevos de Covid 19 y ningún fallecido. Argentina registró menos de 3.000 positivos y apenas 10 muertos en 24 horas. Esa instantánea tiene su correlato con las sensaciones que se perciben en la calle. El tapabocas se puede aflojar. El distanciamiento se puede acortar. El lavado de manos se puede posponer. Equivale a una ruleta rusa. El combo enciende la luz amarilla.

Que Argentina no haya sufrido todavía una segunda ola de contagios es apenas una circunstancia atada a la estacionalidad. En apenas 12 días comenzará el otoño y con el descenso progresivo de las temperaturas terminará el telargo de las enfermedades respiratorias. No es una especulación infundada. No es un vaticinio esotérico. Hay pruebas científicas que lo acreditan y el Hemisferio Norte da cuenta de ello. Tristemente.

Este fin de semana medios europeos informaron que Italia evalúa declarar al país entero como 'zona de alto riesgo' al menos los fines de semana. El gobierno de aquella nación está listo para volver al confinamiento a las zonas que superen el umbral de los 250 casos semanales por cada 100.000 habitantes. Italia superó los 100.000 fallecidos por Coronavirus, en un año de pandemia.

En España se estancó el descenso de la curva de contagios. El resto del continente podría traccionar hacia arriba a la península ibérica y encendieron las alertas. La recomendación nuevamente es observar rigurosamente las medidas de prevención.

Francia agravó las restricciones en las regiones más afectadas por el Covid 19, como último recurso para evitar el confinamiento general. La medida se tomó luego de registrar más de 25.000 casos en apenas 24 horas.

En el Hemisferio Sur también hay un espejo bastante intrigante. Aquí nomás, apenas cruzando la Cordillera de los Andes, las ciudades de Coquimbo y La Serena retrocederán a cuarentena total a partir del próximo jueves. Será la segunda vez que pasen por Fase 1, por el repunte de casos. Chile es uno de los países con mejor ritmo de vacunación en Latinoamérica.

La aplicación de las dosis en Argentina no ha tenido la misma velocidad. Hubo compromisos incumplidos por el abastecimiento de la Sputnik V, porque el mundo se abalanzó al mismo tiempo sobre los laboratorios. Todas las vacunas disponibles resultaron pocas, como era previsible. Pero eventualmente la imnunización seguirá progresivamente hasta cubrir a los segmentos más vulnerables frente al virus.

Hasta que esto suceda, pasarán cosas. Bajarán las temperaturas, vendrá el rebrote invernal que nadie desea pero sería necio ocultar. La población está agotada de confinamientos y la economía no admitiría otro golpe como el sufrido entre marzo y mayo de 2020, cuando el cierre dejó el tendal de empleos perdidos. Cuando las copas de los árboles empiecen a ponerse amarillas, habrá llegado el momento de redoblar el esfuerzo.

Que los números no engañen. Que la foto del momento, la curva aplanada bien abajo, no estimule la falsa idea de victoria. La realidad está ahí afuera, a la vista de todos y todas. Una reunión familiar en Santa Lucía diseminó el germen como una bomba en agosto del año pasado, hasta que la circulación viral se volvió incontrolable y los nexos epidemiológicos se tornaron borrosos. Las aglomeraciones siguen siendo el peor riesgo que se puede asumir.

Pero aún así, a pesar de la contundencia de la información y la exposición de datos duros, puede haber militantes de la libertad que no logren advertir la gravedad del momento. Por eso siempre se puede decir todo más fácil. En honor a la sencillez, sin frases rebuscadas, tal vez se logre llegar al punto. No es momento de tirar la chancleta.


JAQUE MATE