Diario 13 entrevistó a un personaje sanjuanino, reconocido por dar batallas en defensa de los derechos de otros. Sin embargo, su propia historia personal habla de su resiliencia y fe para llevar adelante la adversidad que enfrenta, con una condición de discapacidad visual que pocos conocen.

 Walter Ferreri, compartió por primera vez su historia de vida, marcada por la lucha contra una enfermedad degenerativa que lo dejó ciego en 2014. 

Su testimonio refleja cómo, a pesar de las adversidades, se puede construir un camino de superación y trascendencia. El sindicalista empezó reflexionando en la idea que más lo marcó tras saber de su enfermedad: “Vivir cada año que me quedaba por diez”, filosofía que adoptó desde que a principios del año 2000 recibió el diagnóstico: el nervio óptico, que conecta sus ojos con el cerebro, se secaría y podría incluso llevarlo a la muerte. Sin cura ni tratamiento, Ferreri decidió aprovechar cada instante como si fuese el último y así comenzó su viaje buscando trascender en su propia vida hasta donde llegara.

"Me mentalicé en que tenía que vivir, estudiar y progresar como si cada año valiera por diez", recuerda. Sin embargo, enfrentó obstáculos laborales casi de inmediato. Aunque en ese momento todavía conservaba la visión, las empresas lo rechazaban por su condición: “Me decían que no era conveniente contratarme porque en cualquier momento podía quedarme ciego”. Ferreri entendió que no podía esperar que alguien le abriera las puertas, por lo que se propuso crear su propio trabajo: “Elegí trascender en la vida. Ni el dinero ni el poder me iban a salvar; así que, en lugar de buscar riqueza, busqué construir algo que dejara huella”.  

Entre 2007 y 2014, mientras su visión se deterioraba, Ferreri fundó el sindicato de Conductores de Taxis, obteniendo la personería gremial tras muchas gestiones en Buenos Aires: "dormía en los banquitos de Retiro para no gastar en hoteles. Con los ingresos de discapacidad y los altos costos de la enfermedad, había que arreglárselas como fuera". A pesar de estos desafíos, consiguió la aprobación de su gremio bajo los mandatos de dos presidentes, Cristina Fernández y Mauricio Macri. Sin embargo, las barreras no se limitaban a lo económico; también enfrentó discriminación: “En las reuniones, al verme perder la noción del espacio, algunos me tomaban por tonto. Me caía, pero me levantaba. Usar un bastón era para mí aceptar la derrota, y no estaba dispuesto a rendirme”.  

En 2014, justo cuando su gremio comenzaba a consolidarse, Ferreri quedó completamente ciego. Sin embargo, no se detuvo. Hizo una promesa: si lograba recuperar la vista, ayudaría a otras personas a conseguir trabajo: “Le pedí a Dios que si me devolvía la vista, yo crearía empleo. Y lo cumplí: hoy hay 720 puestos de trabajo, barrios entregados y proyectos que siguen avanzando”. 
La enfermedad había avanzado tanto que las cirugías parecían imposibles, pero decidió intentarlo todo. Vendió su taxi, su auto, y usó sus ahorros para costear 22 cirugías, invirtiendo más de 100.000 dólares en la intervención más importante. "Dormí en el piso y recorrí hospitales, pero nunca quise pedir ayuda que diera lástima. Lo que ganara, debía ganarlo con esfuerzo".  

Gracias a un cirujano en Buenos Aires, una operación clave logró detener el avance de la enfermedad. Contó que “el glaucoma terminal que tenía era tan agresivo que tocar el ojo era casi una sentencia. Pero el médico se arriesgó y salió bien” relató. Si bien su vista no se recuperó por completo, consiguió mejorarla lo suficiente para continuar con su vida: "Hoy peleo por mantener entre seis y siete décimas en un ojo, lo que es un milagro considerando de dónde vengo". Con el paso del tiempo, aprendió a cuidar su salud para evitar que la enfermedad avanzara: "Si yo me cuido, la enfermedad se mantiene a raya. Logré detener su avance por más de diez años".  

Además de encabezar su sindicato, Ferreri preside el grupo Genética Ocular, una organización formada por personas con baja visión: "Ver hoy es algo que valoro cada segundo. Antes no podía salir sin gorra porque la luz me perforaba el ojo, pero ahora puedo seguir adelante". A lo largo de su trayectoria, Ferreri sacrificó muchas cosas, entre ellas la posibilidad de formar una familia, por miedo a dejar a sus seres queridos desamparados. Sin embargo, nunca dejó de perseguir sus sueños.  

Para Walter, el verdadero fracaso no es el final, sino no haber intentado alcanzar lo que uno desea. “Hoy puedo decir que cumplí casi todos mis sueños. Y lo que no logré aún, sigo peleando por conseguirlo”.

 Su historia es un ejemplo de cómo, con voluntad y determinación, es posible transformar el dolor en esperanza. Su mensaje de vida resuena con fuerza: “No importa cuán difícil sea el camino, lo importante es no rendirse. Lo triste no es llegar al final, sino no haber luchado por los sueños” subrayó.