Mabel y Anahí, la historia de cómo la guerra les arrebató a Eduardo
Madre e hija, de un ex combatiente fallecido en el ARA General Belgrano. Una logró cerrar la herida a pesar de nunca haberlo conocido, la otra hasta la fecha recuerda aquel último abrazo familiar.
El 1 de abril de 1982, Eduardo Moreno partió a la Base Naval de Puerto Belgrano. Se fue llorando. Luego de un fuerte abrazo a su esposa Mabel y su pequeña hija Anahí, les aseguró que siempre iba a estar con ellas volviera o no, casi como presintiendo que no iba a volver. Simplemente se dio vuelta y marchó a prepararse para al otro día embarcar junto a sus compañeros de la Escuela de Mecánica de la Armada. Cada tanto, en esos primeros pasos de salida de su hogar, se daba vuelta saludándolas con tristeza. La guerra estaba por empezar.
El tripulante del ARA General Belgrano le había dicho a su joven esposa de 23 años, que cuando escuchara el ruido del buque era la señal deque estaban partiendo. Al día siguiente, en la tarde, la Mabel Virginia Avellaneda escuchó desde la casa aquel ruido desde el puerto y se sintió mal. Era el primero de tantos 2 de abril donde su corazón estaría envuelto en tristeza, según relató su hija Anahí Moreno en una charla con Canal 13.
Con los días los esposos se escribieron cartas, mientras ella debía continuar su vida criando a la pequeña. Estaban solas. Entrado el mes siguiente, la espera se convertiría en desazón combinada con incertidumbre. La hija del caído en Malvinas, contó que su madre se enteraría en la calle que aquel el 2 de mayo habían hundido el Crucero General Belgrano.
Ese domingo fatídico, donde se dio una de las peores tragedias argentinas, sus padres habían llegado desde San Juan para visitarla. Entonces la mamá de Anahí propuso un paseo por la plaza y partieron las tres mujeres. Abuela, madre e hija, caminaban en plena tarde, cuando la esposa del marino sintió algo en el pecho, un mal presentimiento y le pidió a su madre regresar a la casa.
Fue entonces que aun en camino, una fotografía le quedó grabada a fuego para toda la vida, como el instante más desesperanzador. Dos niños sentados en la vereda y un tercero que salió de una casa gritando: ¡Hundieron el Belgrano, murieron todos! A la mujer se le perdió el mundo, y para cuando recobró la conciencia nuevamente, ya estaba en su casa. La nueva etapa en la vida de la pequeña familia había empezado.
Anahí relató los días de incertidumbre y desesperanza que le siguieron a ese 2 de mayo. En ese entonces, y más en tiempos tan convulsionados, las noticias no eran tan veloces. Mabel ingresaba a las 6 de la mañana a la base para mirar el listado esperando que el nombre de Eduardo Moreno no apareciera entre los caídos. Los días pasaban, y ese nombre no aparecía en aquellas listas. Tampoco aparecía el cuerpo, en el montón de cadáveres de víctimas del buque hundido, que tuvo que ver, para reconocer si alguno de ellos era su esposo.
A los días, un Jefe Mayor, salió con una lista y leyéndola generó alegría y tristeza entre los presentes. Los nombres correspondían a los soldados que se encontraban en diferentes hospitales. Algunos familiares gritaban de alegría, y a otros, como a Mabel, los invadió la tristeza y la incertidumbre de no saber si su ser querido estaba vivo o enterrado en el mar.
Uno de esos tantos eternos días, tocaron a la puerta, cuando la madre de Anahí abrió era un soldado mayor que después de entregarle una carta, se sacó la gorra y le dio el pésame. Anahí contó que su madre se desmayó y su abuelo recibió la carta. ‘Héroe desaparecido presumiblemente muerto’ rezaba el documento.
La tristeza se terminó de plasmar. Mabel, vive el resto de sus días pensando en aquel hombre que en la puerta de su hogar, ese 1 de abril de 1982 la abrazó junto a su pequeña hija de siete meses, y se despidió llorando, prometiéndoles que siempre iba a estar. En el caso de Anahí, la cosa fue diferente. ‘Siempre idealicé mucho a mi papá’, aseguró.
Mabel viajó a las islas en 2009, en aquellos viajes que organizó el gobierno nacional, pero la experiencia fue muy perturbadora por el recibimiento del ejercito ingles. Su hija asegura que hasta la fecha, a sus 67 años, no ha podido terminar el duelo.
Anahí conoció en el 2019 las Malvinas, caminó por donde los jóvenes soldados lucharon contra el entrenado y avanzado ejército ingles. Su experiencia fue diferente a la de su madre, ya que en el viaje que organizó el gobierno de San Juan, pudo, además de rendirle tributo a los caídos que descansan en el Cementerio de Darwin, compañeros de su padre, realizar un viaje en lancha hasta un lugar cerca donde el Crucero General Belgrano se hundió.
En el mar, la docente y miembro del Ministerio de Gobierno, logró cerrar esa cicatriz que la Guerra de Malvinas había abierto quitándole la posibilidad de conocer a su padre. ‘Yo rendí culto a mi padre tirando rosarios al mar del color de la bandera. De esa manera me comunique con mi padre y rendí honores a mi papá y a los 323 héroes que quedaron en el mar’
A Mabel le cuesta dar entrevistas, por eso su hija decide siempre contar la historia de su familia. Hasta el día de hoy, es esquiva al momento de hablar de toda la guerra, el 2 de abril y el 2 de mayo son siempre las páginas negras de la historia de su familia que quedó incompleta con la ausencia de Eduardo.
‘Yo desde chica sabía que mi papá era un héroe de Guerra, en el colegio primario y secundario tenían un trato especial conmigo’, contó la hija del tripulante caído en el hundimiento del Belgrano.
‘Para mí fue muy fuerte, y creo que con el viaje de Malvinas en 2019 pude elaborar mi duelo’, manifestó Anahí, y luego hizo hincapié en ‘malvinizar’ a la sociedad, sobre todo a las generaciones futuras. En su rol de docente, cuando le pregunta a los chicos que pasó un 2 de mayo, no saben que es una fecha que fatídica para el país. ‘La idea es malvinizar a las nuevas generaciones para que no se olviden los héroes de Malvinas’, cerró la hija de Eduardo Moreno, aquel padre y esposo que dio su vida por la patria y que hasta la fecha es recordado como ‘Héroe presumiblemente muerto’.