China está trabajando en una regulación para introducir un modo específico para menores en teléfonos inteligentes y aplicaciones móviles, con el objetivo de limitar a los niños y adolescentes a un máximo de dos horas de uso por día. Esta noticia, que surgió hace unos días, se suma a iniciativas vistas en países como Suecia, que redirigió su presupuesto de educación digital hacia la inversión en libros impresos, y los Países Bajos, que prohibirá los teléfonos celulares y las tabletas en las aulas a partir de 2024. Medidas similares se están tomando en Italia y Francia.

Recientemente, un informe global de la UNESCO recomendó limitar el uso de teléfonos móviles en las escuelas. Aunque el esquema propuesto por China puede no ser factible en una democracia occidental, algunos aspectos de la iniciativa generan debate. ¿Existe evidencia del impacto del celular que respalde tales medidas, o estamos enfrentando otro caso de "pánico moral" en respuesta a la aparición de una nueva tecnología, similar a episodios pasados con la televisión o los automóviles? ¿Quién asume la responsabilidad de mitigar el posible daño que el uso de dispositivos podría representar para niños y adolescentes? ¿En qué medida las medidas tomadas por otros países guían la discusión en Argentina, donde la brecha de acceso digital sigue siendo un desafío con casi 17,000 escuelas sin conexión a Internet?

El primer punto de controversia gira en torno al tiempo de exposición a las pantallas. El borrador de las regulaciones de China, publicado en el sitio web de la Administración del Ciberespacio de China y abierto a sugerencias hasta el 2 de septiembre, establece un "modo juvenil" en los teléfonos celulares. Este modo adaptaría la interfaz de usuario a la edad del usuario, segmentando el tipo de contenido accesible según los grupos de edad. Para usuarios menores de 8 años, el uso diario se limitaría a 40 minutos; para aquellos de 8 a 16 años, se permite una hora de uso; los adolescentes de 16 a 18 años pueden usar sus teléfonos durante hasta dos horas.

¿Tienen sentido estas restricciones para proteger a niños y adolescentes? "La mejor respuesta a cuántas horas al día deberían usar dispositivos los niños es: depende. Los teléfonos móviles deberían entrar en juego cuando terminan la escuela primaria o comienzan la secundaria, ya que es en ese momento cuando ganan autonomía e independencia, y los padres necesitan mantenerse en contacto con ellos. Entonces, cuando hablamos de niños de 7, 8 o 9 años con celulares, el problema no es el número de horas, sino el dispositivo en sí. ¿Por qué un niño de esa edad necesita un teléfono celular?", reflexiona Roxana Morduchowicz, doctora en Comunicación de la Universidad de París y asesora de la UNESCO en Ciudadanía Digital.

Otra pregunta central se refiere a la orientación. "No es lo mismo un niño solo en su habitación con el celular que un niño en compañía de un adulto. A menudo, una hora solo con el celular puede generar más problemas que tres horas acompañado. Aquí, entonces, el problema no es la cantidad, sino el contexto", agrega Morduchowicz.

El tipo de uso también es fundamental para considerar este tema. "En dos horas, un niño, una niña o un joven puede acceder a sitios para obtener información, escuchar música, crear contenido, explorar un mundo de conocimiento y creatividad. Pero en dos horas, también pueden estar expuestos a situaciones que carecen de protección, como ser bombardeados con información falsa, encontrarse con discursos de odio, ser acosados por pares o adultos o acceder a contenido inapropiado para su edad, entre otras preocupaciones", analiza Silvia Bacher, representante de América Latina y el Caribe ante la Alianza Global de la UNESCO para la Alfabetización Mediática e Informacional.