No eran los docentes, era la Policía
El gobierno provincial cerró una semana difícil, frente a la convocatoria sindical contra el aumento de sueldos unilateral dispuesto para maestros y profesores. No fue una marcha masiva y Marcelo Orrego pudo respirar.
No eran los docentes, era la seguridad. El gobierno provincial cerró una semana difícil, frente a la convocatoria sindical contra el aumento de sueldos unilateral dispuesto para maestros y profesores. No fue una marcha masiva y Marcelo Orrego pudo respirar. Mientras tanto, atendió una urgencia que reverbera silenciosamente y por momentos se hace sentir: el clamor de una mejor Policía.
La confluencia de todos los sindicatos paritarios a marchar con antorchas desde la Casa Natal de Sarmiento puso en alerta al gobierno. Fue la primera protesta dirigida ya no a la motosierra de Javier Milei sino a Marcelo Orrego. La floja asistencia fue un alivio para el oficialismo.
Hay tiempo todavía. El malestar por los salarios no superó aún los márgenes de la tolerancia social. Para los dirigentes de UDAP, UDA, AMET y allegados fue un trago amargo. Si las bases no acompañan, las conducciones poco más pueden hacer.
De todos modos, nadie se confunda. Aquí nada es estático, los grados de adhesión hacia uno u otro lado van y vienen. Esta semana ganó el gobierno. En lo sucesivo, se verá.
La mayor intervención de Orrego esta semana no fue en materia educativa sino en el ámbito de la seguridad. Una semana después de haber echado al jefe de Policía, Eduardo Lirola, el gobernador firmó los decretos para designar a 197 nuevos uniformados y presentó 180 vehículos reparados que la gestión de Sergio Uñac había dejado fuera de funcionamiento.
Semejante exhibición fue un acto político. En el sentido estricto de la palabra. Fue el corolario de una serie de medidas que buscan enderezar el rumbo de un área altamente sensible. Los reclamos contra la inseguridad son moneda cotidiana. Es natural que el gobierno intervenga antes de un desmadre.
El jueves 11 de julio en Banda Ancha la intendenta de Chimbas, Daniela Rodríguez, puso el dedo en la llaga. Dijo que el problema de la inseguridad azota a todo el departamento y que hace tiempo lo viene hablando con el secretario de Seguridad, Gustavo Sánchez. Advirtió que no es una problemática solamente chimbera, sino que está presente en todo el Gran San Juan.
En Casa de Gobierno acusaron recibo de tamaña declaración. Hubo reacción inmediatamente. No era para menos.
Apenas cinco días después de las declaraciones de Rodríguez y fin de semana mediante, el martes 16 de julio Orrego pateó el tablero. Ese día comunicó el cambio en la Jefatura de Policía. Tomó por sorpresa a Lirola, quien esa mañana había ratificado su continuidad ante la consulta periodística de Canal 13. No estaba enterado o no había querido enterarse de que sus horas estaban contadas.
Sus diferencias con el secretario de Seguridad eran vox populi. La comunicación entre ambos se había reducido a la formalidad de los memos internos. Pura burocracia. Orrego optó por ratificar a Sánchez y ponerle un nuevo jefe a cargo de la Policía, más consustanciado con la verticalidad. Así llegó esa misma tarde de martes el comisario general Néstor Álvarez.
Dejar la interna policial librada a su suerte hubiera sido una mala idea. Y eso era lo que estaba pasando. A diferencia de su antecesor, Carlos Munisaga, Sánchez también vistió uniforme. Su relación con el jefe estará atravesada siempre por ese origen compartido.
Eliminado el ruido con Lirola, ahora Sánchez y la nueva autoridad policial tendrán que exhibir resultados. Pronto. Más aún cuando Orrego les designó 197 nuevos efectivos y les restituyó 180 vehículos que estaban reposando en los talleres.
¿Y el conflicto docente? En primer lugar, no hay conflicto todavía. La prueba fue la discreta convocatoria que lograron todos los sindicatos el miércoles, a pesar del aumento de sueldos por decreto y a pesar del descuento del paro del 18 de abril. El 5 de agosto se retomará la paritaria. No parece que el sector haya entrado en ebullición todavía.
Igualmente Orrego seguirá de cerca el asunto. Este jueves coincidió con aquella columna Jaque Mate del 18 de julio, acerca de que no se puede gobernar mirando el espejito retrovisor. Hay que poner la vista en el parabrisas, hacia adelante.
Hacia atrás, solo se justificaría echar un vistazo para aprender y no cometer los mismos errores. O, al menos, intentarlo. Aquellas equivocaciones de la administración anterior que tuvieron un alto costo. Atajar y contener los conflictos antes de que sucedan. Antes de que se agraven.
Esta semana no eran los docentes, era la Policía.
JAQUE MATE