El día después de que Sergio Uñac anunciara el aumento de sueldos estatales en una sola cuota del 40 por ciento, pasó lo que tenía que pasar: la ola mojó a los intendentes. Les llegó a los 19 sin excepción. Peronistas, bloquistas y orreguistas quedaron sometidos a igualar ese incremento de haberes a riesgo de comprometer sus finanzas. Todo, con la mejor cara posible. Porque es un imperativo de la política. Inevitable en los tiempos que corren. Les llegó la hora de caretear.

Hay que desglosar esta idea para que se comprenda en su real extensión. Caretear es una palabra con connotación negativa. Pero en este contexto, es puro pragmatismo. Ni bueno, ni malo. Es una estrategia de supervivencia adaptada a la coyuntura de crisis.

Ese careteo -discúlpese el neologismo reiterado- consiste en disimular las pálidas y de alguna manera recuperar el buen humor. Urge recomponer el clima social. Lo planteó muy al pasar el gobernador en la conferencia de prensa que ofreció el miércoles pasado: hay que volver al clima de paz

El costo para conseguirlo fue muy elevado, por cierto. Se perdieron siete días de clases por el primer paro de la historia de la democracia que no convocaron los sindicatos docentes. Y el monto para satisfacer relativamente la demanda excedió todas las previsiones.

Aunque la ministra de Hacienda, Marisa López, dijo en la conferencia del miércoles que el impacto presupuestario ascendía a 37.000 millones de pesos, esa misma noche seguía sacando cuentas finas y el resultado superaba holgadamente esa cifra, según reveló una fuente calificada. En la misma medida, el auxilio económico prometido para los intendendes también era una incógnita.

El secretario de Hacienda, Gerardo Torrent, era el encargado de relevar, municipio por municipio, la cantidad de empleados en planta permanente y contratados para estimar las partidas extraordinarias. Trascendió que la provincia activaría el Fondo de Emergencia Municipal o FEM, que se compone de una retención de la coparticipación. 

Esta solución no le agrada a algunos intendentes, que pretendían que la asistencia viniera por afuera. Es decir, sin tocar los recursos que de una o de otra manera iban a recibir.

Lo planteó este jueves el intendente de Rivadavia, Fabián Martín. No le gustó la idea de que el FEM sea destinado al pago de salarios. Pero la respuesta final saldrá de Hacienda, donde el equipo técnico de la ministra López seguía estrujando las planillas de Excel para aprovechar hasta el último centavo.

El factor común a todos los municipios es compartido con la provincia. La mayor afectación de fondos para pagar sueldos significa restar caja para obras. Son circunstancias extraordinarias y parece inevitable. Salvo que hubiera un salto exponencial de los recursos coparticipables desde Nación, habrá que arreglarse con lo que hay.

No preocupa tanto el pago de haberes de este mes sino la proyección hacia adelante. El compromiso asumido, el salto salarial del 40 por ciento, impactará a futuro cada mes. Incluso será la base para disparar cualquier actualización producto de la inflación. Dicho sea de paso, el martes que viene el INDEC dará a conocer el índice de precios de mayo.

En nombre del intendente de Capital, Emilio Baistrocchi, el presidente del Concejo Deliberante, Ariel Palma, reconoció que aquel anuncio de pagar el aumento en cuotas quedó en el pasado. Como el resto de los municipios, se vieron forzados a equiparar la modalidad definida por la provincia. Esperan también el oxígeno del Ministerio de Hacienda.

Desde Chimbas, Fabián Gramajo reconoció que la única manera de llegar con el aumento de sueldos es con asistencia de la provincia. Evitó referirse a los ajustes. Apenas, como antes hizo su colega de Rivadavia, sugirió que cada inicio de obra será repensado. Demorado.

La ministra López dijo, en nombre del gobernador, que las obras proyectadas para 2022 que todavía no comenzaron con seguridad serán retrasadas hasta 2023. Esto encendió el alerta en la UOCRA, porque un freno al ritmo de contratación se sentirá de inmediato en la generación de puestos de trabajo para el sector. Por ahora la queja se sintió muy tímidamente.

Si a este efecto provincial se suma una merma de los municipios, la situación puede tornarse más complicada aún para quienes se ganan la vida pegando ladrillos y armando hormigón. Todo esto contribuye a generar un clima de zozobra, incluso después de haber dado una excelente noticia como una recomposición salarial a los estatales como pocas veces se vio en la historia reciente.

Por eso hay que levantar el humor social. A eso obedece el careteo de los intendentes, entrampados entre la protesta por la inflación galopante y la necesidad de mostrar que la gestión sigue adelante. Nadie justificará que los municipios se recuesten en el pago de salarios desde aquí en adelante. Los jefes comunales tendrán que agudizar el ingenio, estirar los presupuestos, para sostener de alguna manera los compromisos asumidos con sus votantes. Desde una plaza hasta un asfalto o un cordón-cuneta.

Todo esto, con la proximidad del año electoral. Descontando los feriados que le quedan a junio, prácticamente comenzó el segundo semestre. El calendario se precipitó abruptamente y cada cacique pondrá en juego su futuro. Paradójicamente, oficialismo y oposición tendrán que lidiar con problemas muy parecidos. Sobrellevar las pálidas sin dejarse ganar por el desánimo. Afilar la creatividad para recomponer la autoestima. O, dicho más fácilmente: caretear.


JAQUE MATE