Como ya se publicó en esta columna, el presidente del bloquismo, Luis Rueda, se entendió pronto con el vicegobernador Fabián Martín para apoyar el RIGI en la Legislatura. Ese acuerdo allana el camino para hablar del 2025. Pero queda un obstáculo por resolver: la amnistía con los disidentes.

Ya hay bloquistas dentro del gobierno. El problema es que la mayoría son los disidentes expulsados: Enrique Conti, César Aguilar, Franco Marchese, Juan Domingo Bravo y Anselmo Aballay

Antes de tantear un frente electoral, los correligionarios deberían resolver sus asuntos internos. Si los peronistas pudieron unificarse pese a la guerra intestina, ¿por qué no los bloquistas también?

Los disidentes fueron eyectados del Partido Bloquista en tiempos de hegemonía uñaquista-ruedista. Haber sido candidatos en un frente electoral opositor les costó la afiliación. Luego tuvieron su recompensa: en 2023 les tocó ganar la elección con Marcelo Orrego.

Tres de los cinco expulsados ocupan puestos relevantes en el oficialismo de turno. Conti es vocal del Tribunal de Cuentas, Aguilar en el coordinador de Gabinete de Capital y Marchese es el subsecretario de Trabajo de la provincia.

Se invirtieron los tantos. Algunos militantes bloquistas de base, huérfanos, volvieron a golpear las puertas de Conti, Aguilar y Marchese para pedir contención. Es un reflejo natural, de supervivencia y autoconservación, acercarse al calor del poder de turno.

Rueda habló con Aguilar en la previa de la interna bloquista, con la intención de sondear la unificación. Pero el funcionario más importante de Susana Laciar le puso dos condiciones. La primera, que diera un paso al costado y no buscara la reelección como presidente del partido. La segunda, que hubiese un gesto de amor.

Hace tiempo Aguilar, Conti y compañía hicieron público este planteo. Para volver al partido pretenden que el Comité Central y la Convención Bloquista les restituyan su afiliación original, con la antigüedad correspondiente y todos los pergaminos. Una acción semejante llevaría implícito el pedido de disculpas por la expulsión.

Se puede decir más fácil aún: quieren que les pidan perdón por haberlos echado.

Ese es el gesto de amor antes aludido, que Rueda no pudo o no quiso conceder. Tampoco estuvo dispuesto a resignar la presidencia partidaria. Menos lo haría ahora, luego de haber sido ratificado contra todo pronóstico. En adelante defenderá su posición.

Curiosamente, ni Conti, ni Aguilar, ni Marchese tendrían objeción al respecto. No guardan un rencor personal con Rueda. Pero para retomar el diálogo político, primero debería ocurrir la amnistía.

Trascendió que algunos militantes de Desamparados y de Trinidad se entrevistaron con Aguilar y se llevaron una sugerencia. Si las bases piden la reconciliación con los expulsados, podrían facilitarle a Rueda esta decisión.

La presidenta de la Convención Bloquista, Graciela Caselles, no sería una barrera tampoco. Más de una vez la ex diputada nacional se pronunció en contra de las desafiliaciones. Consideró que era una medida extrema y evitable. No la escucharon.

Las expulsiones fueron también motivo del portazo de Laura Adámoli. La ex vicepresidenta renunció a su cargo partidario disconforme con algunas decisiones orgánicas, entre ellas la desafiliación de amigos suyos de toda la vida, como Conti. O su hermano político, Juan Domingo.

Rueda comenzó a explorar un acercamiento con Orrego, a través de Martín. Su vínculo político con Uñac se deterioró este año y la votación del RIGI fue una muestra de ese divorcio en proceso.

El presidente del Partido Bloquista acordó con el vicegobernador empezar a hablar un entendimiento electoral para el año próximo en un par de meses, a partir de octubre. Cabe interpretar que una cosa va de la mano de la otra. Rueda tendrá que saldar primero las facturas pendientes con los disidentes para minimizar cualquier ruido innecesario.

Rueda entiende que el orreguismo necesita estructura en algunos departamentos donde el partido de la estrella puede ofrecer ese respaldo que hasta ahora estuvo al servicio de Uñac.

Que nadie se sorprenda con la flexibilidad de los correligionarios. El bloquismo tiene una larga historia de pragmatismo. Pactar con los gobiernos de turno fue una de las marcas de cada generación. A los herederos de Federico Cantoni y Leopoldo Bravo nunca les resultó cómodo actuar en la oposición. Por el contrario, siempre tuvieron vocación de oficialismo.

Con Rueda, este mecanismo parece haber entrado en funcionamiento otra vez. Las heridas abiertas con los disidentes están en primeros auxilios. Si los peronistas pudieron acomodar la interna, los bloquistas también.


JAQUE MATE