Tiempo de ultimátum para la Red Tulum
Hubo un punto de inflexión para el Gobierno, que cargó la responsabilidad en las empresas. El humor social es el insumo crítico.
Lo único indiscutible cuando se habla de la Red Tulum es que se trata de un servicio esencial, imprescindible, impostergable. De ahí en adelante, todo puede ser motivo de discordia. Desde la calidad de la prestación hasta las responsabilidades compartidas. Hay un termómetro cada vez más evidente que revela un síntoma inocultable: se agota el tiempo para lograr que el nuevo sistema funcione y el anterior sea apenas un recuerdo de los nostálgicos.
Como se sabe, la Red Tulum significó un borrón y cuenta nueva. Desaparecieron definitivamente los colectivos que eran parte de la tradición sanjuanina: los 14 amarillos que iban a Marquesado, los 20 rojos de Albardón, los 12 azules de Alto de Sierra, los 50 marroncitos de la Mayo que iban a Rawson. Cada uno, cada una, tendrá una parte de su vida grabada a bordo de esas unidades.
Arrebatar de un día para el otro esa parte de la historia sólo podía ser traumático. Y solo sería superado con un sistema tan deslumbrante que barriera con todo lo anterior. Que la Red Tulum fuera tan perfecta en la práctica como la diseñaron en el escritorio. Por supuesto, no había manera de que resultara fácil. Por el contrario, el cambio fue brusco, incómodo. Y todavía no terminó.
Gobierno apostó a la gradualidad al lanzar la Red Tulum sobre fin de año, habiendo terminado el ciclo lectivo, con pasaje gratuito para equivocarse sin pagar el costo de la confusión, para amigarse con los nuevos recorridos, para entender el funcionamiento de la aplicación para celulares, para identificar las paradas sin señalización.
Pero pasaron dos meses y llegó la fecha límite o, como a algunos gustan decir en inglés, la deadline. El próximo miércoles empezarán las clases y la demanda del transporte público de pasajeros llegará a su pico máximo. ¿Servirán los recorridos para que alumnos y docentes lleguen a la escuela en un tiempo razonable? ¿Cuánto habrá que caminar para encontrar la parada correcta, de ida y de vuelta? ¿Estarán saturados los colectivos como antaño o el rediseño permitirá aliviar en alguna medida la ocupación de cada unidad?
Más de 7.000 comentarios/quejas recibió la Secretaría de Tránsito y Transporte vía aplicación de celular hasta ahora. Algunos de los cambios implementados, como la modificación del recorrido de 30 líneas, surgieron de esos reproches de usuarios. Pero todo esto sucedió en temporada baja. Para los funcionarios que tienen una mirada política de la gestión, el termómetro está indicando algo. Hay dos alternativas: desatender el síntoma, el malestar, y seguir adelante, o meter mano de inmediato.
Fue lo que hizo el ministro de Gobierno, Alberto Hensel. El sucesor de Fabiola Aubone reunió a los empresarios de colectivos nucleados en la ATAP y les dio un ultimátum. O corrigen todo lo que hay que corregir, o se pueden caer las concesiones.
No solo esto. En Gobierno también se ocuparon de que los duros términos de la charla se hicieran públicos. Que la gente se entere. Que el usuario no sienta desamparo. Y, también, que identifique las falencias como entera responsabilidad de las empresas. Es una apuesta fuerte. El resultado todavía está por verse.
¿Cuál es el término medio entre la convivencia necesaria de Gobierno con los prestadores del servicio y la mano dura? Bueno parece que el punto de equilibrio está en revertir el malestar de los usuarios.
Para el secretario de Tránsito y Transporte, Jorge Armendáriz, si 'solo' entraron unos 7.000 comentarios vía aplicación, de las decenas de miles de personas que la descargaron a sus celulares, eso significa que es mayor la conformidad que la disconformidad. Llegar a esa conclusión es bastante arbitrario.
No se puede ni se debe obviar que muchas personas no pueden acceder a la aplicación, porque la barrera digital está presente y es innegable. Esta masa solo se encuentra en la calle. Esperando o viajando en colectivo. Basta invertir unos pesos en la tarjeta SUBE y dar unas vueltas por ahí para entender que no todo se puede medir con una app.
Hensel asumió con la tarea de testear y encarrilar la Red Tulum que diseñó y encendió Aubone. La etapa es altamente desafiante. Lo será más aún esta semana. El verano sirvió para visibilizar todo lo que estaba mal. Tuvieron que ajustar recorridos y seguirán haciéndolo con otras líneas. Como nada es definitivo, la colocación de paradas está demorada. Y se va a seguir demorando.
Las vacaciones de choferes y las licencias Covid sacaron unidades de circulación. Esta fue la explicación o justificación de los empresarios, para inclumplir con frecuencias fundamentalmente. Todo generó un combo letal.
El enojo de Gobierno se completa con el enorme esfuerzo presupuestario que demandan las empresas de colectivos. Cada mes la provincia aporta 247 millones pesos del presupuesto local, para contener la tarifa y que el negocio les cierre a los privados. Por eso en San Juan no hubo paro de colectivos este fin de semana, como sí sucedió en otras provincias, debido al retraso de los subsidios nacionales.
Tiempo atrás un funcionario importante de este gobierno, en una charla reservada, sintetizó una idea concreta que se aplica a la perfección en el capítulo de la Red Tulum. Mientras las empresas cuentan su capital en millones de pesos, en política el capital se cuenta en votos. Esto es, conformidad con la gestión. Aprobación. Todos los sinónimos sirven.
Si eso se desmorona, no valen las buenas intenciones. Llegó la hora de mostrar resultados. Es tiempo de ultimátum. Tendrá que funcionar, sí o sí.
JAQUE MATE