Después de algunos rodeos, la ministra de Gobierno, Laura Palma, dijo que no se puede tapar el sol con un dedo. Fue la manera más genuina de referirse al conflicto que tiene que resolver ella en nombre de la gestión de Marcelo Orrego: debe regularizar el desembarco de Uber, que hoy funciona de hecho y por fuera de la ley. 

Cómo lograrlo con el menor desgaste posible, es el desafío en una administración que valora sobremanera la conflictividad cero. Tanto es así que la funcionaria definió 'el éxito' de sus primeros ocho meses en que no hayan tenido un solo día de paro de transporte público.

Efectivamente, esa es la mayor conquista, aunque todavía haya varios cabos sueltos en el servicio de colectivos, reconocidos por la propia ministra. En especial, el estado de algunas unidades y las promesas incumplidas en cuanto a rampas para discapacidad y aire acondicionado a bordo.

El gobierno orreguista se quedó súbitamente sin un peso de subsidios al transporte desde Nación. Ese corte abrupto se combinó con el atraso tarifario: Sergio Uñac no había actualizado los importes desde enero de 2023. Sincerar el valor del pasaje congelado durante un año entero era sinónimo de estallido. Pocas cosas son tan sensibles como el servicio de colectivos.

Orrego decidió destinar una suma impresionante para contener el impacto del aumento del boleto, que igualmente pasó de 60 pesos en diciembre de 2023 a 560 pesos en julio de 2024. El importe casi se multiplicó por 10. Pudo haber sido mucho peor. Hay provincias que ya alcanzaron los 1.000 pesos para esa primera sección.

San Juan aporta 2.200 millones de pesos mensuales para contener la tarifa de colectivos. A ese monto le sumó 600 millones mensuales más durante tres meses, para evitar que la mejora salarial de los choferes se traslade al usuario.

Fue un malabarismo caro, pero valió la pena si el resultado fue, como dijo la ministra Palma, garantizar la prestación del servicio sin un solo día de paro. No todos los distritos en Argentina pueden decir lo mismo.

La obsesión oficial es, entonces, pilotear la tormenta con la menor turbulencia posible. Se consiguió relativamente en el transporte público, pero queda pendiente el capítulo de Uber. Otra espina heredada de la gestión anterior.

El desembarco de la aplicación internacional sucedió sin anestesia. El gigante que ya opera en otras grandes capitales argentinas llegó sin permiso y sin permiso empezó a funcionar en San Juan ante la mirada impotente de taxistas, remiseros y del propio Estado.

Hubo algún intento de control, bastante sobreactuado, el año pasado. Radiaron un par de vehículos en la Plaza Laprida, sorprendidos cuando levantaban pasajeros a través de la aplicación Uber. Pero, elecciones. Cambio de mando. Que lo resuelva Orrego.

Palma admitió este jueves que no se puede obviar la realidad. O, en sus propios términos, no se puede tapar el sol con un dedo. Uber está. Ahora la autoridad tendrá que rearmar el tablero para ofender lo menos posible a las empresas de taxis y remises que pretendían conservar la exclusividad. Apareció un competidor de peso y, como están las cosas, no hay marcha atrás.

La ministra reconoció que el usuario le dio la bienvenida a  Uber. Y la premisa de esta gestión es priorizar el interés del usuario. Más claro, imposible.

Ya están trabajando en la reforma de la ley 814-A, que tiene 20 años. En su artículo 9no enumera los servicios no regulares autorizados: taxi, taxi diferencial, taxi departamental, remís y servicios contratados, turísticos y transporte escolar. Eso es todo. No alcanza para cubrir la realidad del 2024.

Los empresarios de taxis y remises que acumularon licencias tuvieron largos años de bonanza. Pudieron obtener una renta interesante con el alquiler de esos permisos para trabajar. Hoy las nuevas plataformas se ríen de ese esquema de licencias.

Los trabajadores del volante se quejan también, con justa razón, por la inequidad. Para conservar la autorización estatal deben tramitar carnet profesional, desinfección, seguro y soportar una cantidad de costos adicionales que el particular que sale a rodar con su propio autito vinculado a Uber no. Pero así son las cosas.

Dos décadas atrás no existían los teléfonos inteligentes. Mucho menos las aplicaciones. Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio, escribió Antonio Machado y cantó Joan Manuel Serrat. Eso es precisamente lo que busca la ministra Palma, un remedio con la menor cantidad de efectos secundarios posibles.


JAQUE MATE