Represor condenado en San Juan hizo tremenda fiesta, hasta cantó Palito Ortega
En la Justicia se enteraron por redes sociales de la fiesta. Fiscales solicitaron que le impongan a Olivera la obligación de abstenerse de realizar eventos sociales.
El represor Jorge Antonio Olivera, quien fue condenado a prisión perpetua por crímenes de lesa humanidad, pero que obtuvo el beneficio de la prisión domiciliaria por cuestiones humanitarias -pese a haber estado prófugo-, no reparó en gastos a la hora de celebrar los 50 años de casados con su esposa, Marta Ravasi, consigna el medio Página 12. El exmilitar preparó una fiesta en su casa en Vicente López, hubo comida, baile e incluso contrató un show de Ramón ‘Palito’ Ortega.
La publicación del medio nacional cuenta que el sábado a la noche fue la fiesta en la que Olivera, junto a su esposa, Marta Rivasi, derrochaban alegría.
Las redes sociales de Martín Olivera, uno de los hijos, exhibió parte de la fiesta en la que estuvo cantando su repertorio Palito Ortega con sus hits de los años ‘60 y ‘70.
Entre los invitados estuvo Cecilia Pando, la activista pro-impunidad que suele coincidir en sus cruzadas por la libertad de los criminales de lesa humanidad con Ravasi. Pando y su marido, el mayor retirado Pedro Mercado, tuvieron su foto con el cantante.
¿Y ahora, cómo sigue todo?
Luego que trascendieran las imágenes de la fiesta del fin de semana, el fiscal Dante Vega –a cargo de la Unidad de Asistencia a causas por violaciones a los Derechos Humanos de Mendoza– y su colega Francisco Maldonado pidieron al Tribunal Oral Federal (TOF) de San Juan que investigara los hechos.
Los fiscales solicitaron a los jueces –que se enteraron de la fiesta por la red social X– que le impongan a Olivera la obligación de abstenerse de realizar eventos sociales ‘que supongan la concurrencia de un número considerable personas ajenas al entorno familiar, la contratación de servicios de música, mobiliario, catering, o cualquier otra actividad que, en definitiva, desnaturalice el alcance y sentido de la pena impuesta, y ponga en crisis la motivación estrictamente humanitaria que justifica dicho régimen de excepción’.
Olivera y Rivasi, una historia de 50 años con tono sanjuanino
Jorge Olivera egresó del Colegio Militar en 1971. Después de un paso por Campo de Mayo, lo destinaron a la zona de Cuyo. Con Ravasi se casaron en febrero de 1974, cuando él tenía 23 años. Ese fue un año fructífero en su carrera militar: en diciembre, lo destinaron al Regimiento de Infantería de Montaña (RIM) 22 y lo ascendieron al grado de teniente.
En octubre de 1975, a Olivera lo mandaron por primera vez al Operativo Independencia, la prueba piloto en Tucumán del genocidio que se implementaría después en todo el país. Volvió en noviembre, y retornó en diciembre. Otro que fue de la partida fue Gustavo de Marchi, su compinche histórico.
Entre mayo de 1976 y 1977, Olivera fue el oficial de inteligencia del RIM 22 –conocido como La Marquesita. Decenas de testimonios lo identifican como secuestrador y torturador. Sobrevivientes también contaron que se jactaba de haber violado a Marie Anne Erize, la modelo francesa que solía ser tapa de revistas.
Ravasi, mientras tanto, trabajaba en la Universidad de San Juan. Estaba en el área de orientación vocacional porque había estudiado psicología. Olivera también frecuentaba la universidad. Sobrevivientes de la represión lo calificaron como el ‘Alfredo Astiz’ de esa casa de altos estudios en alusión a la infiltración del marino en el movimiento de derechos humanos.
Inteligencia y escape
Olivera no solo hizo carrera, sino también se dedicó a la abogacía y fue uno de los defensores del nazi Erich Priebke. En 2000, lo detuvieron en Italia por el secuestro y las torturas de Erize. Logró escabullirse presentando un certificado de defunción falso de su víctima. En 2007, después de la reapertura de los procesos en la Argentina, la justicia Federal de San Juan ordenó su captura. Tardaron más de un año en encontrarlo, pero la Policía Federal lo halló caminando por Vicente López. Recibió, así, la primera de sus tres condenas a prisión perpetua.
Después de la sentencia, logró que le dieran autorización para ir a una consulta al Hospital Militar Central con su consorte de causa, de Marchi. La consulta había sido gestionada por la propia Ravasi, que era psicóloga con grado militar. Desde allí se fugaron. A Olivera recién lo recapturaron en 2017. Lo encontraron escondido en el baúl de un auto de su familia.
Pese a tener esos antecedentes, Olivera consiguió que le dieran la prisión domiciliaria al tiempo. La concesión se produjo en 2021 en la Cámara de Casación. La decisión la adoptaron Juan Carlos Gemignani y Eduardo Riggi. Se la otorgaron porque tenía más de 70 años y por “cuestiones humanitarias”. Mientras estaba en domiciliaria, Olivera urdió otra maniobra para salir de su casa. Presentó un certificado médico sin fecha que había firmado Mario Caponetto. El cardiólogo es uno de los exponentes del nacionalismo católico argentino, ligado tanto él como su hermano a la ultraderechista revista Cabildo. La fiscalía y el tribunal de San Juan advirtieron que era un nuevo acto de mala fe procesal y los jueces, por mayoría, decidieron revocarle la domiciliaria. Pero Casación optó por mantenérsela.