El régimen de Bashar al Assad en Siria, que dominó el país durante 24 años, llegó a su fin. Assad asumió el poder en el año 2000 tras la muerte de su padre, Hafez al Assad, quien gobernó desde 1970 como líder del partido Baaz Árabe Socialista. Este partido surgió con una plataforma progresista y laica, pero con el tiempo consolidó un régimen autoritario ampliamente criticado tanto dentro como fuera de Siria.

Sergio Guzmán, politólogo de la UNSJ, expresó que el gobierno sirio "nunca fue una democracia real. Era una democracia maquillada". En sus primeros años, el partido Baaz prometió modernizar el país y separar la religión del Estado, pero las acciones del régimen, especialmente bajo Bashar al Assad, reflejaron una realidad distinta: represión política, persecución de opositores y elecciones marcadas por denuncias de fraude.

El régimen de Assad, sostenido por una minoría alauita (una rama del islam chiita) en un país de mayoría sunita, enfrentó tensiones sectarias constantes. Aproximadamente el 75% de la población siria es sunita, lo que generó una división profunda entre las elites gobernantes y las mayorías marginadas. Según Guzmán, "las cárceles estuvieron siempre llenas de opositores políticos, y el hostigamiento a las voces críticas fue sistemático".

Desde la llegada de Bashar al Assad al poder, Siria se consolidó como una dictadura señalada por Occidente. Durante su mandato, el país atravesó una guerra civil devastadora iniciada en 2011, que dejó cientos de miles de muertos y millones de desplazados. La crisis humanitaria y la destrucción de infraestructuras minaron la legitimidad del régimen y lo dejaron en una posición de extrema fragilidad.

"La caída de Assad refleja el agotamiento de un régimen incapaz de sostenerse en medio de una sociedad polarizada y un país destruido", agregó Guzmán. A pesar de las promesas iniciales de progreso, el régimen terminó reforzando un sistema de control basado en el miedo y la represión.

 Mientras tanto el futuro de Siria es totalmente incierto. Tras la caída del gobierno, las tensiones sectarias y las disputas internas podrían profundizarse, mientras las comunidades afectadas intentan reconstruir sus vidas en un país devastado por décadas de conflicto y represión.