Al mal tiempo, buena cara
Intendentes y diputados perciben el malhumor social que empieza a pegarles a todos y todas. El gobernador apela a su modo clásico: cercanía para mantener los vínculos.
El signo de los tiempos violentos quedó plasmado en las redes y en la prensa. La pelea a muerte impregnó los discursos oficiales. El presidente Javier Milei se encargó de recordarlo el domingo por la noche, cuando dijo en una entrevista que le 'encantaría meterle el último clavo al cajón del kirchnerismo con Cristina adentro'. ¿Se puede generar un clima provincial aislado de este clima hostil? El gobernador Marcelo Orrego al menos está haciendo el intento, con una fuerte colaboración de la oposición.
No se trata simplemente de una reacción humanista, sino de un reflejo político. Jugar con el humor social en un momento tan combustible nunca será buena idea para quien tiene a cargo la administración de la cosa pública. Lo de Orrego puede entenderse como instinto de supervivencia.
Este lunes habló por sus actos. Participó de la entrega de anteojos y audífonos en el Centro Cultural José Amadeo Conte Grand y de ahí partió a pie rumbo al Centro Cívico, para sorpresa de su custodia y de sus funcionarios. Al atravesar la plaza España saludó a todos los ciudadanos comunes que estaban esperando el colectivo o simplemente transitaban por la zona. Se tomó selfies. Puso el oído en un sinfín de pedidos: desde viviendas hasta trabajo.
No se dio aviso a la prensa porque estaba absolutamente fuera de agenda y porque, para Orrego, tampoco fue una acción extraordinaria. Construyó su gestión en la Municipalidad de Santa Lucía así, caminando en los barrios y buscando el contacto cara a cara, sin intermediarios. Una cosa es el municipio y otra muy diferente es la provincia. Pero, si la receta funcionó en lo micro, habrá que probarla en lo macro.
Orrego transitó momentos de mucha tensión con Sergio Uñac. En privado tuvieron fuertes cruces, sobre todo al principio de la gestión, con interlocutores que fueron testigos de esa disputa propia del cambio de mando. Pero nada de eso -o muy poco- trascendió hacia afuera. La decisión bipartita, acordada o no, fue mantener la discreción. A fin de cuentas, el arco político tendrá que convivir como garantía de gobernabilidad.
El basualdismo hizo su parte, colaboró con el justicialismo durante los últimos 20 años. Hoy le toca al PJ adaptarse a la rotación. Tampoco es una cuestión de simple resignación sino, nuevamente, instinto de supervivencia.
El justicialismo y aliados tienen 15 de los 19 municipios y les toca la misma suerte que Orrego: administrar la escasez en medio de un malestar generalizado, donde las necesidades crecen y los recursos caen. Es una bomba.
Lo dijo la diputada y ex senadora Cristina López este lunes en Banda Ancha. En nombre propio y de su marido, el intendente de Albardón, la legisladora advirtió que 'la gente está malhumorada'. Y ese enojo no distingue colores políticos. Cuando la mano viene complicada, poco importa la ficha de afiliación.
El espectáculo del fin de semana no ayudó a bajar decibeles. Todo lo contrario. El sábado el presidente Milei tildó de 'repugnante, impresentable, hijo de remil p...' a Ginés González García, ex ministro de Salud de la gestión anterior, por su desempeño en la pandemia. En ese foro de tecnologías recibió un acalorado aplauso. Sí, lo ovacionaron por insultar a una persona a pocas horas de su fallecimiento.
El domingo lanzó la frase sobre 'el último clavo al cajón del kirchnerismo' y, por supuesto, Cristina salió a contestarle, en la misma tónica: '¿así que ahora también me querés matar?'. Lo peor que podría ocurrirle a esta sociedad es naturalizar ese debate. No hay metáfora que valga. La muerte, aunque metafórica, implica la extinción del otro. Desarmar esa espiral es responsabilidad de quienes lideran.
'La gente no es tonta', dijo el ex presidente Mauricio Macri en un coloquio en Córdoba. 'Votaron a alguien que tenía una psicología especial, con un mandato destructivo y de confrontación', justificó el hombre de consulta de Milei.
Como todo, fue una media verdad. Una parte de la sociedad, frustrada por el fracaso de Cambiemos y del Frente de Todos, optó por la ruptura. Pero la motosierra encontró hace rato un límite. Está latiendo en las calles, en la toma de los edificios universitarios, en las tarifas impagables y en las jubilaciones licuadas.
El malhumor social tiene fundamento y empieza a pegarles a todos. Es razonable que Orrego vuelva a las bases y busque la cercanía. Al mal tiempo, buena cara. Hasta que amaine.
JAQUE MATE