El 12 de septiembre en Banda Ancha el secretario de Bienestar Universitario de la Universidad Nacional de San Juan, Lucas Molina Rojo, aseguró que la demanda de alimentos en el comedor crece pero la capacidad operativa está al límite. A diario reparten unas 2.000 raciones de comida.

Exactamente un mes después, el 12 de octubre, el presidente Javier Milei dijo que 'la universidad pública nacional no le sirve a nadie más que a los hijos de la clase alta y a los hijos de la clase media alta'. Algo no cierra.

O alguien miente.

Según la Encuesta Permanente de Hogares que depende del INDEC, el 48,5 por ciento de los estudiantes universitarios proviene de hogares pobres. La mitad. 'Durante toda la campaña, me han escuchado decir que preferimos una verdad incómoda a una mentira inconfortable', sostuvo Milei. Pero la verdad es incómoda hasta que deja de ser verdad. Entonces se convierte en otra cosa.

Según el presidente, 'en un país donde la gran mayoría de los niños son pobres, donde no saben leer ni escribir ni realizar una operación matemática básica, el mito de la universidad gratuita se convierte en un subsidio de los pobres hacia los ricos, cuyos hijos son los únicos que llegan a la universidad con los recursos, con la cultura y el tiempo necesarios para poder estudiar'.

Es notable el prejuicio: el pobre ya no solo carece de los recursos económicos mínimos, sino que tampoco tiene 'la cultura ni el tiempo' imprescindibles para insertarse en la universidad.

'Si los que defienden las universidades realmente creyeran en la movilidad social, tomarían el ejemplo de Sarmiento. En vez de defender una universidad para ricos, defenderían una educación inicial para todos', agregó el presidente. Dicho en otros términos: primero aprendan a leer y escribir. Los estudios superiores, después se verá.

El planteo de Milei podría ser efectivo si verdaderamente no hubiese estudiantes pobres o provenientes de familias trabajadoras en las universidades públicas. Esa inserción que es real impacta en todo el tejido social. La prueba se hizo visible en dos oportunidades este año: el 23 de abril y el 2 de octubre. La masividad de las marchas en defensa de la ley de financiamiento no fue propiedad de ningún sindicato o dirigente político. Ninguno de ellos tendría semejante poder de convocatoria. Muy por el contrario.

Este domingo la consultora Zuban Córdoba & Asociados le puso número al rebote de las expresiones del presidente. Según esta encuesta, el 76 por ciento no está de acuerdo con la frase: 'los pobres no llegan a la universidad pública'.

Pero el dato más revelador tal vez sea que, aún entre los votantes de Milei, una inmensa mayoría le suelta la mano al León en esta batalla cultural. De todos los encuestados que reconocieron haberlo elegido en el ballotage el año pasado, el 58,2 por ciento no lo acompaña en esta oportunidad.

El presidente podría desconocer estos números o bien, podría aferrarse a ese 38 por ciento que lo banca en esta guerra contra los universitarios. El veterano Miguel Pichetto lo planteó abiertamente durante el debate por el veto a la Ley de Financiamiento. 'Acá lo que están haciendo es consolidar el partido de la minoría', sostuvo el rionegrino que ha colaborado mucho con el gobierno hasta ahora.

En un escenario político tan atomizado, consolidar el 38 por ciento puede ser una apuesta explícita. Cada punto que pierda Milei no necesariamente volverá al peronismo. La dispersión colabora con el oficialismo.

Milei parece dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias, aunque esta vez quedó en soledad. De los seis diputados sanjuaninos, solo lo acompañó el suyo, el libertario José Peluc. Las legisladoras alineadas con el gobernador Marcelo Orrego optaron por votar en sintonía con la sociedad. Ponerse en contra de la mayoría no parece buena idea.

Aunque el presidente siga tildando de 'delincuentes' a los universitarios porque 'no quieren ser auditados', las universidades públicas están a la cabeza de las instituciones con mejor reputación. Según Zuban Córdoba & Asociados, en la Región de Cuyo el 65,9 por ciento manifiesta confianza en esta institución educativa y solo el 30,8 por ciento restante desconfía.

En el resto del país la relación les da todavía mejor a las casas de altos estudios. El pico se alcanza en Ciudad Autónoma de Buenos Aires, donde el índice de confianza se dispara hasta el 80,7 por ciento.

¿Quiere decir esto que está todo bien? Para nada. El ex rector Benjamín Kuchen reclamó en Banda Ancha que la Universidad Nacional de San Juan sigue dando vueltas con la implementación de la carrera académica, es decir, con el sistema de evaluación continua y permanente de los docentes para que mantengan el cargo. Pero jamás la respuesta será el desfinanciamiento so pretexto del equilibrio fiscal o, peor aún, so pretexto de que la universidad es solo para los ricos.


JAQUE MATE