Por Luis Eduardo Meglioli

Fue el 14 de agosto de 2021 cuando se inauguró el Cinerario en la Catedral San Juan Bautista de Capital. El mundo aún no se libraba de la pandemia de COVID-19, cuando surgió este sitio que fue definido por la Iglesia como “un lugar de esperanza que invita a renovar la fe en la resurrección”, está preparado para sepultar los restos mortales cremados, habitualmente conocidos como “cenizas” de los difuntos. 

Llama aún la atención el sitio a casi cuatro años de ser utilizado por numerosos feligreses tras la muerte de familiares suyos y sobre todo más utilizado para los fallecidos en pandemia cuyos cuerpos se aconsejaba incinerarlos por aquello de los contagios, y brindando a su vez contención a los familiares de los difuntos. Más aún cuando las cenizas de seres queridos llegan allí y reciben la bendición de los sacerdotes.

CINERARIO CATEDRAL MEGLIOLI TEMP

Consultado por Diario 13 el párroco de la Catedral, padre Andrés Riveros, impulsor de la renovación en el interior del templo que acaba de cumplir 45 años de su inauguración, advirtió que “no hay que olvidar que muchos fieles tuvieron que cremar a sus difuntos tras fallecer por Covid y eso les causó más dolor. Por eso pensamos en ofrecerles un lugar sagrado donde depositar sus cenizas a modo de alivio". 

El cura reconoció que en los últimos años se han multiplicado en las diócesis del mundo los cinerarios en las iglesias, aunque no deja de ser “algo sorprendente”. Reveló también que ya son más de mil los fallecidos, cuyos restos incinerados se conservan en este cinerario de la Catedral. 

En San Juan es el segundo cinerario, ya que el primero, siempre dependiente de la Iglesia, se construyó al lado de la Capilla de Santa Bárbara, en Mogna, departamento Jáchal, y fue inaugurado cinco años antes que el de Catedral, el 4 de diciembre de 2016, durante las Fiestas Patronales de Santa Bárbara.  

El arzobispado de San Juan señala que estos restos deben ser tratados con el mismo respeto dado al cuerpo antes de la cremación. Y además se recuerda que la Iglesia aconseja vivamente “que se conserve la piadosa costumbre de sepultar el cadáver de los difuntos, pero no prohíbe la cremación, siempre que no haya sido elegida por razones contrarias a la doctrina Cristiana”.